
En contexto climático complejo /
El Niño o La Niña del Pacifico ceden ante el Atlántico
En un contexto climático cada vez más volátil y difícil de predecir, una nueva variable se impone con fuerza en la agenda agropecuaria: el océano Atlántico. Por años, las miradas estuvieron puestas casi exclusivamente en el Pacífico y sus ya conocidos fenómenos de El Niño y La Niña. Sin embargo, la persistente anomalía cálida en el Atlántico Sur está demostrando tener un peso decisivo en el comportamiento de las lluvias y, por ende, en el rendimiento de los cultivos en el Cono Sur. Durante la última campaña agrícola, marcada por vaivenes climáticos que amenazaban la producción, la situación fue, sorprendentemente, mejor de lo esperado. Gracias a las lluvias provenientes del Atlántico, que mitigaron los efectos de una Niña moderada, se logró evitar una sequía severa. El resultado: una cosecha de soja con rindes superiores a los pronosticados y una recuperación de los perfiles de humedad en muchas regiones clave.
La clave de esta nueva dinámica reside en las temperaturas superficiales del mar (SST, por sus siglas en inglés), que desde septiembre de 2024 se mantienen por encima de la media en el Atlántico Sur, según datos de la NOAA. Estas temperaturas inusualmente altas generan condiciones más favorables para la formación de lluvias, especialmente en la región del Río de la Plata y buena parte del territorio sudamericano. Y todo indica que este fenómeno se mantendría, al menos, hasta octubre de 2025.
Expertos climáticos, enfatizan que este comportamiento del Atlántico podría ser determinante no sólo para asegurar buenas condiciones para el trigo en invierno, sino también para garantizar un buen inicio de la campaña gruesa en primavera. En contraste, el Pacífico atraviesa un momento de incertidumbre: tras haberse anticipado una Niña fuerte para fines de 2024, lo que finalmente se registró fue una versión moderada. Hoy el escenario es de aparente neutralidad, pero eso no implica estabilidad: puede haber una alta variabilidad en las lluvias, con meses muy húmedos seguidos de períodos secos.
Sin embargo, este calentamiento del Atlántico no viene sin riesgos. Las mismas condiciones que favorecen las lluvias también pueden intensificar tormentas, generando eventos climáticos extremos más frecuentes y violentos. Ya se han observado episodios de gran intensidad durante los meses críticos de febrero y marzo, lo que hace pensar que esta tendencia podría continuar. Para lo que resta de mayo, se espera una relativa estabilidad luego del paso de una masa de aire cálido y húmedo que generó precipitaciones y tormentas. No obstante, no se descartan nuevos eventos de lluvia típicos de esta época del año.
En definitiva, el Atlántico gana terreno como nuevo actor climático en la escena agrícola sudamericana. Su influencia creciente obliga a repensar las estrategias de planificación y manejo en el agro. Ya no alcanza con mirar al Pacífico: ahora, el futuro de las campañas también se juega mirando hacia el este.
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