Colaboración especial para Punto y Aparte /
Los senderos personales de la literatura salteña
- Por Rafael Fernández Pimienta
Jorge Pignataro me propuso esta pregunta: “¿Qué es la literatura salteña para vos?” Dado que la respuesta debe ser subjetiva inicio el camino autobiográfico para contestarla, sabiendo que mi caso es el de muchos. Quiroga es el kilómetro cero de la literatura salteña en cuanto al orden de lecturas. No escribo de la Historia de la literatura aquí, hablo de caminos iniciáticos de lectura. En un hogar con libros, junto a Verne, May Alcott, Kipling, Stowe, Morosoli, estaba Quiroga. No podía faltar alguna edición ilustrada de “Cuentos de la selva”, ni los “Cuentos de amor, de locura y de muerte”. Era uno de los primeros acercamientos a la literatura, y a la parca, a la que ya empezábamos a ver como algo absurdo, macabro, y sin embargo, inevitablemente natural. Durante toda la escuela y parte del liceo, la literatura salteña se limitó a un solo nombre. Es decir, era una literatura focalizada en un salteño y en una temática, del que aprendimos su biografía trágica y que escribía cuentos que se desarrollaban en Misiones. Paréntesis: visitando una vez la feria del libro de Bs. As. me encontré una antología de sus obras en un anaquel de autores argentinos.
Por aquel entonces Quiroga fue también el decálogo del perfecto cuentista, ese que todavía sigue marcando rumbos, sobre todo por aquello de la importancia de las tres primeras líneas y por lo innecesario de las colas de color adheridas a un sustantivo débil. Pero por ahí también apareció algún repartido de información de un tal Leonardo Garet. Ya como estudiante de profesorado de literatura ese nombre se repitió en varias ocasiones, primero por sus trabajos de crítica literaria, sobre Quiroga, Huidobro, Aleixandre. Luego por su trabajo recopilatorio de autores salteños, tan importante para conocer la riqueza creativa de Salto. Por último, su maravillosa poesía. Paréntesis dos: el volumen de escritores salteños dedicado a Víctor Lima me hizo reconocer que, a través de Los Olimareños, conocía sus poemas desde la misma época en que conocí a Quiroga.
Para la adultez ya se habían abierto otras rutas, como en el caso anterior, escritores que conducían a otros. De Garet a Marosa, de esta a Elder Silva, de Borges a Amorim. Y como los caminos de la vida se confunden con los de las letras, ahora nos cruzamos con Pablo Márquez, otro excelente poeta de Salto, y nuevamente, con quien inició esta columna, Jorge Pigntaro. Volviendo a la pregunta, para mí la literatura de Salto son senderos en los que se transita para seguir encontrando bifurcaciones críticas y placenteras de lectura.