
Roberto Appratto (1950–2025): una voz exigente que se vuelve memoria colectiva
Este 15 de octubre falleció en Montevideo el escritor, poeta, docente y crítico literario uruguayo Roberto Appratto, a los 75 años. Con su partida, las letras uruguayas pierden a un creador que, con impecable tono reflexivo y rigor intelectual, transitó con audacia los territorios de la poesía, la narrativa, el ensayo y la crítica, dejando una huella difícil de olvidar. Nacido en Montevideo el 28 de agosto de 1950, Appratto se graduó en 1974 como profesor de Literatura por el Instituto de Profesores Artigas (IPA). Fue justamente en ese instituto donde más tarde ejerció como docente de teoría literaria, complementando su labor con la enseñanza en Secundaria desde 1991. Además impartió cursos de Narración Creativa en la Universidad Católica del Uruguay y clases de guion en la Licenciatura en Medios Audiovisuales de la Escuela Nacional de Bellas Artes.
A lo largo de los años 70 y 80 se vinculó intensamente al mundo de la crítica literaria y cinematográfica. Fue colaborador en revistas como Maldoror, La Plaza o en el semanario Jaque, y escribió crítica de cine para Aquí. Hasta 1998 participó del suplemento El País Cultural.
Una obra múltiple y un estilo inquieto
La producción literaria de Appratto fue variada y nutrida. Para los lectores, quizá su sello más reconocible esté en su narrativa íntima, que a menudo roza lo autoficcional, y en su poesía de reflexión existencial. En poesía, publicó decenas de poemas en verso y prosa —desde su plaqueta inicial Bien mirada (1978) hasta inéditos dispersos—, junto a libros como Mirada circunstancial a un cielo sin nubes, Arenas movedizas, Levemente ondulado, Se hizo de noche, entre otros.
En el ámbito de la narrativa, destacan títulos como Íntima (1993), Bárbara, Se hizo de noche (2007), 18 y Yaguarón, Como si fuera poco, Mientras espero, El origen de todo y La carta perdida. En particular, Apuntes (2024) constituye un texto clave para entender su reflexión sobre el oficio literario y el aprendizaje constante.
Su ensayo más contundente quizá sea La ficcionalidad en el discurso literario y fílmico (2014), donde articula su interés por las intersecciones entre narrativa y cine, ficción y discurso. Fue también traductor, entre otras obras se le atribuye la traducción de los tres tomos de Enrique VI de Shakespeare para Random House Mondadori (1998).
Se ha señalado con razón, que su escritura está permeada por una inquietud constante: experimentar con géneros, cruzar poesía y crítica, exponer la voz con tono tan personal como interrogativo. Esa búsqueda también lo acercó a referentes que articulaban conciencia estética y riesgo formal: Ezra Pound, los formalistas rusos, la crítica de Roland Barthes, el cine europeo, las propuestas del concretismo, y —no en menor medida— el cruce entre literatura y filosofía.
Reconocimientos y legado
A lo largo de su trayectoria fue distinguido con diversos premios. En 1998 obtuvo el Premio Municipal de Poesía de la Intendencia de Montevideo, que repitió en 2002. En 2007 fue merecedor del Premio Nacional. En 2015 ganó el Premio Bartolomé Hidalgo por Como si fuera poco. Sus novelas Mientras espero (2016) y El origen de todo (2020) también recibieron reconocimiento en los Premios de Narrativa del MEC.
Las instituciones culturales no han dejado pasar su partida sin homenaje. La Biblioteca Nacional del Uruguay expresó su pesar ante su fallecimiento, recordando su rol como poeta, narrador y profesor. La comunidad literaria reconoce en él una figura exigente, capaz de rebatir el elogio fácil y de estimular lecturas intensas.
Adiós y memoria activa
Como han señalado reseñas y testimonios recientes, la muerte de Appratto no clausura únicamente una existencia: clausura una obra que parecía seguir abierta, con proyectos inéditos e inquietudes aún por explorar. En Brecha, Pablo Rocca rememora ese cruce incansable entre palabra escrita y palabra oral, el constante taller entre lector, docente y escritor.
En el país y más allá, su voz seguirá vigente en la enseñanza, en la crítica, en los talleres que orientó y en esos lectores que lo recuperarán. Su literatura desafía la lectura cómoda, exige revisiones profundas del lenguaje, la memoria y la identidad. En ese desafío continúa su presencia.