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Todos los países y sus políticos tienen en teoría el objetivo de trabajar para lograr las mejores condiciones económicas y sociales. Algo que no es fácil de lograr, cuando casi siempre, son objetivos a alcanzar en base a sistemas, ideologías, recetas, en las cuales muchas veces se insiste, pese a que han fracasado en su aplicación.

Por lo tanto, si algo hay que entender y asumir, es que no existe una sola vía para que los países alcancen su deseable bienestar. Porque no se logra por si solo o por la suma de normas o dogmas que supuestamente funcionarían en todos los escenarios. 

La estudiada y movida historia del capitalismo muestra respuestas negativas y positivas a estas interrogantes. Además, los resultados suelen conocerse después de ser aplicadas y hay múltiples causas que pueden generar el éxito o el fracaso. Así, tanto desde el poder como desde el llano, los palos en las ruedas, los cuestionamientos, los relatos interesados, la aplicación de la oposición por oposición, sin sopesar si conviene o no al país y su gente lo que se propone, se impulsa, son lamentablemente reiterados.

Para entender esto, es importante repasar el recorrido de algunas naciones que alcanzaron importantes progresos con distintos enfoques: la República Popular China, España, Brasil, Chile y hasta nuestro Uruguay que al igual que en Mexico, en octubre próximo elecciones mediante deberán elegir nuevos gobiernos.

En el caso de  México, todo indica que una administración será sucedida por otra del mismo signo. En nuestro país, una coalición republicana, disputara el gobierno a  otra coalición, el FA que nuclea mayormente a la izquierda, que se presenta como más radical que moderada.

China, gobernada por el Partido Comunista desde 1949,  en los últimos años mostró avances en educación, en lo productivo, logrado notoriamente con los cambios de apertura de tono capitalista,  iniciando desde 1978 un crecimiento sostenido.  Fundamental para ello, fue la radicación de empresas extranjeras, atraídas por el bajo costo de su mano de obra, lo que acompañado por  estrategias de desarrollo,  especialmente en sectores industriales, comercio exterior, banca, inversiones transnacionales y servicios públicos.

 Al presente es la nación mayor exportadora e importadora de bienes y la segunda economía mundial, con un nivel tecnológico que le permitió, llegar a la cara oculta de la Luna. Desde su ingresó en la Organización Mundial del Comercio (OMC), creció a un promedio del 7% anual. España, Brasil y Chile han compartido características comunes en los últimos veinte años, con economías capitalistas, de naturaleza mixta que combinan, la presencia de actores privados con la intervención y regulación pública. Una política que, en líneas generales, han respetado conservadores y liberales. 

Linea que en Uruguay es tradicional, más allá de altibajos, de crisis económicas, prevaleciendo algunas políticas de la izquierda y otras de centro, de acuerdo al signo e ideología del gobierno de turno. España, la cuarta economía de Europa, registró un crecimiento y una inflación media de 2% anual y mejoras en el IDH que le han permitido colarse entre los países con mayores índices de vida a pesar de haber atravesado, al igual que tantos otros, la crisis financiera de 2008 y la pandemia de la covid-19.

Brasil, la octava economía mundial, estuvo administrado por el Partido dos Trabalhadores entre 2002 y 2016 y, con la tercera presidencia de Lula, desde 2022 hasta el presente, muestra un aumento del IDH, una mayor igualdad salarial y un crecimiento y una inflación promedios del 3% al 6% anual, respectivamente.

Chile, el país con más alto índice de desarrollo humano en América Latina, fue gobernado durante dieciséis años de este siglo por coaliciones centro - izquierdistas. Lapsos en los que logró un crecimiento anual de 4%, una inflación que promedió ese nivel y una suba en la igualdad de los ingresos.

México, la segunda economía latinoamericana, con López Obrador concluye su sexenio con una tasa inflacionaria a la baja, de un 4% anual, junto con salarios reales y el desarrollo humano en alza.

Son todos casos, que permite confirmar que no hay receta mágicas ni únicas que encauce la prosperidad de las naciones. Una tarea compleja en la que importa mucho más el temple, la lectura correcta de la coyuntura, el aprendizaje, la experiencia nacional e internacional y las buenas decisiones que tomen los dirigentes, más allá de las teorías e ideas políticas y económicas de  Marx, Keynes o von Hayek. Algo que en muchos países, lamentablemente, no se termina de entender.

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