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Es un tipo social más común de lo que parece. Una característica es que aquellos que lo integran, generalmente no son conscientes que padecen este defecto, o son incapaces de apartarse de él pues lo necesitan, quizá como una defensa para su autoestima. El resentimiento comienza siendo individual; se da en nuestra interior más profundo, muchas veces como un mecanismo inconsciente. Es ese volver a sentir (re-sentir) lo malo vivido o sentido, cuando se nos presenta algún hecho o una experiencia que nos hace re-cordar un momento doloroso, triste y al que no hemos podido superar; ese quedarnos rumiando una herida que sigue provocando sufrimiento, y que nos deja así anclados, abatidos, atados a un pasado de emociones negativas. Nos va secando por dentro, nos enoja y nos lleva a la confrontación, a odiar y envidiar a los otros.

Cuando se debe a otro o se lo atribuimos, nos predispone en su contra, lo sentimos como un enemigo, pues su sola presencia -unido a lo que proyecto de él más que a su ser en sí- nos provoca disgusto, ira, odio, envidia, rencor, deseos de menoscabarlo, de despreciarlo, de rebajarlo. De hacerle sentir en su persona el daño que nos provocó, aun cuando ese otro muchas veces no tenga idea de todos esos sentimientos que provoca.

Como dice el saber popular, el resentimiento es como tomar veneno y esperar que sea el otro el que se muera; o también, el resentido es aquel que cerró la herida pero se quedó adentro…

El primero que se perjudica y se lastima es el propio re-sentido; perdiendo la alegría de vivir, de compartir, de sentirnos parte de un circulo, de vivir el presente en su plenitud. Todo dentro de una mezcla de insatisfacción-enojo-dolor y búsqueda de venganzas. Imaginarias, en escenarios mentales, donde el otro es, para nuestra satisfacción sufre. Lo que se logra, es retroalimenta el resentimiento sin fin. Lo que se vuelve inmanejable, más si se da  en la escena política, donde  terceros lo incentivan, porque somos víctimas inocentes del poder o de la superioridad de los otros -aún cuando solo existan en el imaginario colectivo y solo sean parte de un “relato”.

Por eso es que los líderes políticos y referentes sociales, cuyo primer y quizá único objetivo sea llegar al poder, muchas veces en lugar de predicar un mensaje pacificador, un proyecto social común que brinde esperanza, que invite al esfuerzo en conjunto, a confiar, a superar ese malestar interior profundo, insisten en ahondar el enfrentamiento, la desconfianza, la envidia, la lucha y así logran la creación de más resentidos dándoles sólo nuevas frustraciones disfrazadas de palabras halagadoras, e insisten a la vez en la confrontación como vía de solución de los conflictos sociales. ¿La “grieta” al fin y al cabo, no es una consecuencia de estos pseudos líderes, de estos lobos revestidos de piel de cordero?.

No son más que fomentadores del desorden, de la lucha, de la violencia, del odio movidos por su propio resentimiento, que tanto daño les hace a sí mismos que quieren que otros también lo sufran y se les sumen.

En la antítesis de las propuestas de los líderes resentidos, el auténtico estadista debe fomentar y procurar la concordia política, la amistad ciudadana, la armonía, el gozo de la convivencia, la natural sociabilidad que hay en los hombres; al fin, buscar la paz en la sociedad política, que permita hacer real aquello de que la ciencia politica, todo es posible… si se tiene realmente buena voluntad … los demás genera justamente solo resentidos y desilusionados…

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