La Navidad, la fiesta en familia y su verdadero significado
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Por Angélica Gregorihk
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diario@laprensa.com.uy
Nos encontramos a pocas horas de la Navidad, una fecha marcada en el calendario como una de las más significativas para millones de personas alrededor del mundo. Esta festividad, que conmemora el nacimiento de Jesucristo, se ha convertido en un evento universal que trasciende barreras religiosas y culturales. Sin embargo, más allá de luces brillantes, regalos envueltos con esmero y cenas abundantes, la Navidad es una oportunidad única para reflexionar sobre su verdadero sentido: el reencuentro y la celebración en familia.
La palabra "Navidad" proviene del latín nativitas, que significa "nacimiento". Esta raíz etimológica no solo nos recuerda el evento religioso que originó la festividad, sino también nos invita a pensar en los nuevos comienzos. Celebrar la Navidad es también celebrar la posibilidad de renacer en nuestras relaciones y fortalecer los lazos con aquellos que consideramos esenciales en nuestras vidas.
Según los evangelios de Mateo y Lucas, el nacimiento de Jesús ocurrió en un humilde pesebre en Belén, durante el reinado de Herodes. Los primeros testigos de este acontecimiento fueron unos pastores, quienes, según Lucas, fueron guiados por un ángel. Esta historia, conocida por muchos, tiene una profundidad que a menudo se pasa por alto. La sencillez del nacimiento de Jesús es un recordatorio poderoso de que los momentos más significativos de la vida no siempre están acompañados de grandes lujos, sino de emociones genuinas y conexión humana.
Con el paso de los años, la Navidad ha adquirido una amplia gama de tradiciones, algunas de origen precristiano, otras cristianas y muchas laicas. Entre ellas destacan el armado y decoración del árbol de Navidad, los belenes, los villancicos y, por supuesto, la emblemática figura de Papá Noel. Sin embargo, una tradición que se mantiene firme en casi todas las culturas es la cena familiar del 24 de diciembre. Este momento de unión simboliza la esencia misma de la Navidad: compartir, agradecer y celebrar la presencia de nuestros seres queridos.
Es inevitable que en esta época también surjan sentimientos encontrados. Las sillas vacías en la mesa nos recuerdan a quienes ya no están con nosotros, un vacío que puede sentirse más profundo en estas fechas. En ese recuerdo encontramos también una razón para celebrar. Honramos a quienes partieron al valorar a quienes permanecen, al construir recuerdos imborrables con los que están a nuestro lado.
Por otro lado, el aspecto comercial de la Navidad se ha convertido en una fuerza arrolladora. La prisa por comprar regalos, decorar los hogares con luces y participar en actividades festivas puede desviar nuestra atención del significado más profundo de la festividad. Esto puede ser visto como una oportunidad, el acto de regalar no tiene por qué ser un simple intercambio material. Un obsequio, por sencillo que sea, puede ser una expresión de amor y gratitud si se entrega con intención y sinceridad.
La Navidad también nos invita a reflexionar sobre el tiempo. En un mundo que a menudo parece moverse demasiado rápido, estas fechas nos obligan a parar y a valorar los momentos compartidos. Es una ocasión para perdonar, para cerrar brechas y para acercarnos a quienes hemos dejado de lado por razones que muchas veces son sin sentido.
En definitiva, la Navidad es mucho más que una festividad. Es un recordatorio anual de la importancia de la familia, la amistad y de nuestros seres queridos. Más allá de las tradiciones y las compras, la verdadera magia de la Navidad reside en su capacidad para reunirnos, para fortalecer nuestros vínculos y para recordarnos que, al final del día, lo que realmente importa no son los regalos bajo el árbol, sino las personas que se sientan a nuestro lado.
Así que, al prepararnos para recibir esta Navidad, recordemos lo esencial: abrazar con fuerza a quienes están cerca, recordar con cariño a quienes ya no están y abrir nuestros corazones a la posibilidad de un nuevo comienzo. Que esta festividad nos inspire a celebrar no solo en diciembre, sino cada día del año, los regalos más valiosos que tenemos: el amor, la familia y la vida misma.
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