Al árbol hay que enderezarlo de chico, cuando se empieza a torcer
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Por el Lic. Fabián Bochia
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fbochia@laprensa.com.uy
El avance de la tecnología en la vida de la gente está generando conductas que chocan con muchas de las cosas que se vivieron hace unos años. Por ejemplo, una persona de más de cuarenta, cincuenta, sesenta años choca con un joven que vive "adentro" de su celular, de su tablet, de su computadora, y ello lo irrita.
Es bien sabido el mal momento que se vive en una mesa familiar cuando muchos están mirando el luminoso aparatito y dejando de lado a las personas de su entorno. Esto es un problema, pero hay que ir más a fondo y complejizar las situaciones para entenderlas. Primero, no es un mal de los jóvenes sino que es un problema que se fue generando a partir de una forma de ser que todos en su momento aplaudimos. O sea, no les nació un aparato en sus manos, no apareció con el nacimiento sino que fuimos los padres, los tíos, los abuelos que se lo compramos, hay que marcarlo claramente.
Eso por un lado. Pero después está lo que muchos autores llaman la construcción social del apartado. Ese celular de última generación no es una persona en sí, no es nada salvo que se entiendan muchas. Primero que es el fruto del esfuerzo de alguien, de un padre, de una madre, de un hermano, que se rompió el lomo para lograrlo. No es un regalo del cielo. Segundo, que nada, pero nada, puede reemplazar al vínculo personal, a la familia, a la pareja, a los padres, por más luminoso y de última generación que sea. Y hay que decirlo y con fuerza, porque si ese chico, si ese adolescente se enferma, si tiene hepatitis, no lo va a cuidar el celular o la tablet o los amigos del otro lado del mundo, lo va a cuidar la persona que vive con él y lo ama. Aunque parezca duro esto hay que hacerlo saber, nadie crece desde la mentira o desde la estupidez. Se crece desde la verdad.
Ese chico que parece vivir adentro de un taper, que camina con el celular en la mano, que va al baño con el celular, que no levanta la vista del celular, el día que precise ayuda que le pida al celular.
Además cuidado porque el mundo del trabajo y el mundo del estudio giran por rendimiento, no por estupideces. Un salteño que trabajó en la construcción en Europa contaba que al llegar dejaba, o debía dejar, el celular con un locker y trabajar. Si tenía algún familiar enfermo, por ejemplo, o si tenía que recibir una llamada muy importante debía dar el número de los encargados y llegado el momento estos lo citarían para recibir la llamada. Pero se evitaba que estuviera todo el tiempo pendiente del aparato lo que a la larga era harto perjudicial para todos, incluso para sus compañeros que debían sí dedicarse cien por ciento al trabajo.
Por eso muchas veces desde los espacios residenciales de los adultos mayores se pide que los familiares vayan a ver a los abuelos y que no alcanza con un mensaje sobre su estado de salud o de ánimo porque lo que vale, lo que sirve, es sentarse un rato a charlar, compartir un mate, dialogar con ese abuelo que está allí alojado. Pero claro, si se le toleró al joven una vida con el celular en la mano, si se le aplaudían las estupideces, por que habría de cambiar. Él sigue creyendo que el mundo pasa por esa pantallita y sobre esa base es muy difícil intentar cambiar ya que nació y creció con un aparato en la mano. Por eso al árbol hay que enderezarlo de chico, cuando se empieza a torcer.
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