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En menos de cuatro meses el Uruguay elegirá nuevos intendentes, Juntas departamentales y Concejos Municipales. Cambiará los diecinueve gobiernos departamentales y, conforme con la ley de Descentralización y Participación Ciudadana, elegirá Concejos Municipales ( con “c”, y no alcaldías, como se ha dado en mal llamar a esos organismos).

La ciudadanía tendrá la responsabilidad y facultad de decidir quiénes organizarán política y administrativamente los territorios. Nadie debe estar omiso al llamado a decidir sobre sí mismo. Desde pueblos y regiones de campaña, hasta los barrios de Montevideo, existe la oportunidad de decidir qué vecino o vecina puede gobernar el departamento  o el pago chico del municipio. No hacerlo sería como no tomar agua para apagar la sed: desdeñar la posibilidad de cumplir con una función vital.

Estimo muy importante estas elecciones para la población de Salto, que es la realidad que mejor conozco: será la posibilidad de “cambiar la pisada”, como cita el dicho popular. Llega el momento de transformar las lamentaciones en acciones positivas, de cambiar las quejas por decisiones beneficiosas para la colectividad.

En los últimos tiempos han proliferado los cultores del egoísmo, que han procurado favorecerse personalmente, dejando de lado las posibilidades de la población. Hay operadores políticos, que procuran captar votos solucionando las situaciones individuales de los votantes, casi siempre usando recursos populares (empleos, etc.). No es nueva esta manera de captar adhesiones, pero sí lo es la “normalización” de la conducta. Algo así como considerar natural que con recursos del Estado, se solucionen problemas personales a cambio de votos.

Ha llegado el momento de cambiar la pisada. Aprovechando el cambio de modelo de país que se desarrollará a partir del triunfo del Frente Amplio, bueno es pensar que deben cambiarse también parámetros en los departamentos. En lugares como Salto, por ejemplo, donde hay deficiencias colectivas endémicas, como el tratamiento de los residuos domiciliarios, bueno es poner énfasis en la solución de esos inconvenientes. Lo que “gasta” en generar empleos para quienes voten a un caudillo, debe “invertirse” en soluciones colectivas, que beneficien a todos, sin preguntar a quién vota cada ciudadano.

Esa, para mí, sería para mí una forma de cambiar la pisada.

Otra, según lo vengo asegurando desde hace tiempo, debe ser la de trabajar –en serio- por sacar al departamento del desempleo endémico que lo azota desde hace decenas de años. Quienes tenemos buena edad, hemos visto cerrarse muchas plantas fabriles que eran fuente de empleo genuino para los habitantes; en su lugar surgieron “propuestas” de establecimientos industriales o emprendimientos inmobiliarios que la mayoría de las veces no cristalizaron. Seguramente no se trata de transmitir ideas bien intencionadas, pero sin estudios de desarrollo y mercado suficientemente realizados. Cada elección es escenario de anuncios, que la mayoría de las veces se transforman en nubes de humo.

Hay que dar vuelta la pisada: no importa a quién vote el emprendedor, el público, ni color del partido que desarrolle las propuestas, debe haber consistencia, trabajo conjunto y participación nacional. Para lograrlo propongo cambiar el modelo departamental.

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