Réditos políticos, desatendiendo el interés departamental
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Por José Pedro Cardozo
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director@laprensa.com.uy

La jornada de ayer domingo tuvo, en lo político-departamental, el hecho relevante de que, tras diez años de gobierno, el Intendente Andrés Lima presentó su renuncia a su cargo para asumir la presidencia del Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (Mevir), designación hecha por el nuevo gobierno del Frente Amplio, encabezado por Yamandú Orsi.
Tras esta década de gestión de Lima, desde nuestro punto de vista —con el cual se podrá coincidir o disentir—, juzgamos que el renunciante gobernante no tuvo la deseable y esperada gestión que el departamento necesitaba. Reconocemos a Lima como una figura política especial y controvertida, cuya gestión estuvo marcada por la prioridad de “hacer política” con el cuestionable fin de capitalizar votos, desentendiéndose de una función vital: trabajar por el desarrollo presente y futuro del departamento. Esto implica apostar al progreso, anticiparse a problemas y lograr las soluciones para todos los habitantes de este querido Salto.
Lima impulsó un estilo político particular, priorizando las zonas con mayor caudal electoral y postergando aquellas donde el apoyo en sufragios no era el deseado. Este sesgo en la distribución de recursos generó una notoria desigualdad en el desarrollo de distintas áreas del departamento, algo que, a nuestro juicio, resulta reprochable.
En este somero balance de su gestión, cabe reconocer que logró erigirse como un caudillo de tono populista, con un estilo político controlador sobre quienes lo seguían. Su actitud recuerda en varios aspectos al denominado “kirchnerismo”, exigiendo a sus seguidores un control estricto de la asistencia a asambleas, decidiendo que quienes no asistían ni militaban no eran atendidos, aun cuando se les hubiera prometido lo contrario. Esta actitud es profundamente cuestionable y llegó a ser criticada incluso por parte de la propia dirigencia frenteamplista, lo que derivó en la conformación de un bloque opositor.
Por otra parte, es evidente que en los últimos años Lima prácticamente abandonó sus funciones como Intendente para dedicarse a hacer política a nivel nacional, en una estrategia para posicionarse en su carrera política. Primero aspiró, sin lograrlo, a una banca en el Senado, como parte de su sueño de ser presidente de la República. Esta desatención hacia sus obligaciones se reflejó en la falta de iniciativas y en la parsimonia con que se desarrollaron algunas obras, como la repavimentación de las veredas de la Plaza Treinta y Tres, que tras casi tres años sigue sin culminarse, o la piscina de los toboganes de las Termas de Arapey, cuya finalización se apresuró ante las críticas.
Otro aspecto controvertido de su administración fue la presupuestación de un elevado número de funcionarios municipales, especialmente aquellos que ingresaron durante sus dos períodos de gobierno, generando una sobrecarga en la estructura administrativa. Además, pese a ser Salto un departamento turístico y con una rica historia cultural, los museos permanecen cerrados y descuidados, evidenciando la falta de atención a la promoción cultural. La actividad turística tampoco fue debidamente promovida, a pesar de la urgente necesidad de empleo que enfrenta el departamento.
En conclusión, la política de Andrés Lima fue exitosa para sus intereses electorales, pero deficitaria para el desarrollo integral del departamento. Su gestión, marcada por la búsqueda de réditos políticos y el descuido de necesidades esenciales, dejó al departamento en una situación de estancamiento y con desafíos pendientes que requieren una atención urgente y comprometida.
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