El vuelo final
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Por Leonardo Vinci
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joselopez99@adinet.com.uy

Un avión de PLUNA esperaba la llegada de los campeones para partir rumbo a Montevideo. El aluminio de su fuselaje brillaba en el aeropuerto de Río de Janeiro el 17 de julio de 1950. A punto de despegar el CX AJZ recibía a bordo los tres trofeos ganados por la selección: el ofrecido por Brasil, el Balón de Oro para Gighia, y la preciada Jules Rimet. El día anterior, los uruguayos enmudecieron un estadio con más de 200.000 personas e hicieron llorar al pueblo brasileño.
Se encendieron los motores del DC 3 mientras un locutor español narraba la escena en un documental “Suena el bordoneo de los motores como un himno triunfal. Se agitan por última vez los pañuelos de la victoria. Por el cielo se van los héroes de estas jornadas del cuarto campeonato mundial de fútbol…”
Pocas horas después, llegaban Obdulio Varela y el combinado al Aeropuerto de Carrasco, inaugurado dos años antes. El piloto del avión, Raúl Rodríguez Escalada, carreteó hasta las instalaciones principales, donde fueron recibidos con alegría e indisimulado orgullo. Horas antes, el Presidente de la República, Don Luis Batlle Berres había ordenado al Interventor de la aerolínea, General Oscar Gestido, que enviase una de las aeronaves en busca de los celestes.
En 1947, casi el 95 % era del Estado. Durante décadas, los aviones de nuestra aerolínea bandera, surcaron los cielos, hasta que en 1988, una Compañía australiana propuso al gobierno un acuerdo por el cual, suministrarían aviones para ir a los destinos donde Pluna no volaba. La oposición puso el grito en el cielo y el Uruguay perdió una gran oportunidad.
El competitivo mercado del transporte aéreo, puso en dificultades a PLUNA, intentándose diversas alianzas, hasta que, durante los gobiernos del Frente Amplio, se acordó una nueva privatización a través de LEADGATE.
En una nueva etapa, negociada por el Sr. Danilo Astori con el aval del Dr. Tabaré Vazquez, la empresa llegó a tener 13 aviones canadienses Bombardier. 6 de los cuales fueron reclamados y devueltos por ser parte de una operación de arrendamiento con opción a compra.
Desde el 2007, las deudas fueron acumulándose. La situación se hizo insostenible y Mujica decretó el cierre de PLUNA, enviando al parlamento un proyecto de ley liquidando el Ente debido a su situación de "insuficiencia patrimonial", la imposibilidad de la aerolínea de acceder a la liquidez y la carencia de financiamiento. Tan sólo por concepto de combustibles, le debían a ANCAP U$ 5 millones, y U$ 20 por el atraso de los pagos con cheques diferidos.
El pésimo negocio celebrado durante el gobierno frenteamplista, hizo al Estado Uruguayo garante del pago de los otros siete aviones Bombardier, por un monto de U$ 153 millones al Scotiabank.
Y como si fuera poco el desastre financiero de PLUNA y las enormes pérdidas causadas a los uruguayos, el entonces Presidente Mujica decidió llevar adelante una locura más grande aún: prestar dinero del BROU a una empresa constituida por los ex funcionarios.
Le entregaron más de quince millones a una Compañía que ni siquiera tenía un avión.
El escándalo del “hombre de la derecha” terminó con el procesamiento ni más ni menos que del Ministro de Economía, Fernando Lorenzo, y la condena al Presidente del BROU, Fernando Calloia por otorgar un aval a la Empresa COSMOS, a través de un testaferro del empresario López Mena, aunque el verdadero responsable de todas esas maniobras turbias fue el Sr. José Mujica.
Tras haber vendido como chatarra el último Boeing 737 a un Colegio de Maldonado, se remataron como fierros viejos todos los repuestos de aviones y los últimos objetos de PLUNA.
El último vuelo de la aerolínea nacional terminó costando fortunas al pueblo uruguayo, fruto de la desastrosa gestión del gobierno anterior.
Estos hechos fueron categóricamente juzgados por la ciudadanía en las urnas, la que condenó el despilfarro económico e irresponsabilidad política del Frente Amplio.
¡Ojalá que no vuelvan más!
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