Si cada uno hace lo que quiere, ¿para qué tenemos leyes, decretos, resoluciones...?
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Por Jorge Pignataro
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jpignataro@laprensa.com.uy
En una recorrida por ediciones anteriores de este vespertino, concretamente en este último mes (digamos desde el 21 de diciembre al 21 de enero aproximadamente) los lectores pueden comprobar que sobresalen claramente (y a veces abundan) noticias sobre incendios y personas rescatadas de ríos y arroyos (también más de una persona fallecida por ahogamiento). Fue esa una recorrida que hice ayer, celular en mano, desde el living de mi casa.
Más tarde hice otra recorrida, pero en este caso trasladándome de un lado a otro: caminé desde la zona de la playa Las Cavas hasta la desembocadura del arroyo San Antonio. Me encontré en el camino con decenas de personas bañándose en el Río Uruguay, en zonas no solamente no habilitadas para playa, sino que se sabe que son muy peligrosas (ejemplo: las cascadas de Salto Chico, justo detrás del Parador Ayuí) y en las que cada año alguien pierde la vida. Sí, no olvidemos que cada verano, en esa zona de Salto hay por lo menos una persona ahogada que lamentar. También vi pescadores en zonas (y con conductas) realmente temerarias, tanto desde tierra como embarcados. En otro orden, en más de un lugar de ese recorrido, pude ver el pasto quemado en forma de círculo: no son pocos los que hacen fogatas en el suelo, incluso en algunos casos muy cerca de las churrasqueras.
Entonces, cuando hay casos llámese de descuido, falta de conciencia, imprudencia o como sea, ¿qué resta por hacer? Si a pesar de la constante difusión que se da sobre medidas de prevención y sobre los permanentes casos de ahogamientos, semi ahogamientos e incendios, las cosas no cambian, ¿qué medidas se debe tomar?
Lamentablemente no queda otra opción que la coerción (entiéndase esto como la "presión ejercida sobre alguien para forzar su voluntad o su conducta", según la Real Academia Española).
No hay que inventar nada. A lo sumo ser más firmes en base a lo que ya existe. La ley que establece en qué condiciones está permitido hacer fuego y en cuáles no, es muy clara. También es claro que establece sanciones en caso de incumplimiento. En tanto, a los casos de personas en ríos y arroyos (más aún donde hay señalización) donde corren peligro sus propias vidas y las de quienes intenten salvarlos, ¿no cabría caraturarlos como “desacato” y actuar en consecuencia?
Creemos que es ni más ni menos que necesario. ¿Un mal necesario? Puede ser, pero necesario al fin. Por el bien de todos.
Porque si no, dicho sea de paso, vamos a seguir quejándonos que hay vehículos estacionados encima de las veredas que impiden transitar a los peatones, y que se pesca Dorado a mansalva a pocos metros de la represa, y que hay espectáculos deportivos en los que se usa pirotecnia de imponente estruendo... (Siga usted con los ejemplos que se le ocurran).
Y todo porque falta más controles, o más firmeza en las sanciones, o ambas cosas... No importa. Lo que importa, es que a veces uno llega a preguntarse lo del título: ¿para qué tenemos leyes, decretos, resoluciones...?
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