
Batalla de Rincón /
Triunfo estratégico para la revolución oriental
- Por Diego Martínez

Madrugada del 22 de setiembre de 1825. El General Fructuoso Rivera ha llegado al Paso de la Tranquera en el Arroyo del Perdido.
Desde mayo su cabeza tiene precio puesto por los invasores brasileños. Ha fallecido su padre luego de una cruel enfermedad. Está casi recuperado de su hombro “estropeado” en una rodada “a la hora de la alarma, por andar en juguetes con Mansilla”.
Por disposición del Gobierno Provisorio se le ha designado en junio como Inspector General de Armas.Mientras las fuerzas ocupantes de la provincia intentan organizarse para aplacar la revolución, Rivera escribe a Lavalleja “Caramba, estoy cansado de escribir, y anoche no he dormido de frío, porque una helada en la cuchilla hace desvelar al demonio”.
La revolución es lo prioritario y nada es más importante que hacerla triunfar. Hay que escribir, informar, convocar, contagiar. Y avanzar.
Es jueves. Llueve hace días y las noches -durante las que se cabalga y avanza para burlar al enemigo- congelan tanto los cuerpos de los jinetes que algunos “caen yertos” de sus caballos. La idea es marchar sobre Mercedes donde el General brasileño José de Abreu, jefe del pueblo, se encuentra acantonado. Pero a las cinco y media de la tarde, Rivera llama a sus hombres más allegados. Se presentan Latorre, Laguna, Medina, Quinteros, Pozzolo. Ha cambiado de planes. Anuncia su idea y pide opiniones. Lo apoyan y en minutos queda hecho el nuevo plan.
Escribe a Lavalleja “Sin embargo que digo a V. E. en mi comunicación de hoy que marchaba sobre Mercedes, he resuelto en este momento dirigirme sobre el depósito de los enemigos, en el Rincón de Haedo, llevando alguna fuerza para esta empresa, que no quiero fiar sino a mí mismo”. Ordena a Latorre amagar ataques sobre Mercedes para distraer a Abreu y sus fuerzas. Sabe además, sus espías se lo informan, que desde Paysandú avanza hacia la zona el Coronel imperial Jerónimo Gómez Jardim con numeroso ejército.
Los mejores soldados de Rivera sabían carnear y domar. Y nadar. Esto será fundamental para el éxito de las acciones planificadas. Con doscientos cincuenta gauchos elegidos, don Frutos vadea el Río Negro por el Paso de Vera y se posiciona, escondidos sus soldados entre arboledas, aguadas y barrancones, para adueñarse del Rincón.
Sobre las 06:00 horas del sábado 24, la guardia brasileña del Rincón es acuchillada y su potrero con ocho mil caballos es tomado para las fuerzas revolucionarias. El plan se cumple. Pero en tanto se celebra, los bomberos traen la novedad que el ejército de Jardim, con casi ochocientos hombres, empieza a ingresar por el portón.
Jamás imaginaron que Rivera estaba escondido en el propio Rincón, por lo que el arrojo de sus hombres en una carga sin retorno provocó en los enemigos terror, confusión, desorden. “Yo calculé que el enemigo se aproximaría como si viniese a encontrarse con sus amigos y así fue…” relata don Frutos. Y sigue “… al momento que se me presentaron los cargué y conseguí dar un día de gloria a la patria”.
Más de cien soldados brasileños caen muertos, entre ellos el Coronel Menna Barreto. Armas, municiones y otros pertrechos son apoderados. Rivera deriva los heridos brasileños al hospital de Mercedes y manda a José Augusto Pozzolo a ofrecer a Abreu una tregua para enterrar a los muertos. Éste accede, lo que permite pasar las caballadas conquistadas hacia el sur del Río Negro y asegurarlas para próximas acciones. Los dragones persiguen restos de tropas brasileñas que buscan los montes para esconderse. La costa del Uruguay hasta Misiones queda libre.
El “golpe de mano” tan anhelado por don Frutos ha sido dado.
En dieciocho días tendrá lugar la definitiva batalla de Sarandí, que será victoriosa por lo ocurrido en Rincón. Bernardina le hace llegar un papel pegado con lacre, “Te mando mi corazón”.
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