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A medida que se acerca el 31 de octubre, el ambiente urbano se llena de misterio y alegría. Inspirada en el antiguo festival celta del Samhain, la conocida Noche de Brujas ha dejado de ser una costumbre extranjera para convertirse en una auténtica celebración local. Cada año, más familias y grupos de amigos se suman al entusiasmo, preparando disfraces, decorando sus hogares y participando en actividades comunitarias que celebran la magia y la imaginación.

Los colores que dan vida a la festividad

El impacto de Halloween en el comercio local es innegable. Tiendas, supermercados y cafeterías se visten con los tonos emblemáticos del negro y el naranja, cargados de significado. El naranja representa la cosecha de otoño, el fuego de las antiguas fogatas celtas y la energía vital de la estación. El negro, en cambio, evoca la oscuridad, el misterio y el mundo de los espíritus, asociado a criaturas míticas como los gatos negros o los murciélagos.

Los escaparates lucen calabazas talladas, murciélagos, esqueletos y arañas, creando un ambiente encantador que invita a todos a sumarse a la celebración. Los comercios de cotillón viven días de gran movimiento, con una oferta que va desde vampiros y brujas hasta superhéroes y personajes fantásticos. Esta explosión de color y creatividad no solo alegra la vista, sino que también impulsa la economía local.

Creatividad y diversión sin límites

Los comerciantes aportan su toque especial con dulces temáticos, bebidas decoradas y premios para quienes llegan disfrazados. Además, desde hace algunos años, se realizan bailes de disfraces donde se elige al mejor atuendo de la noche, sumando un nuevo atractivo a la festividad.

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