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Hoy, 26 de Mayo, es el Día Nacional del Libro. Se recuerda así la fundación de la primera biblioteca pública uruguaya (hoy Biblioteca Nacional) en 1816. Pero todo el mes de mayo suele ser un mes propicio para hablar de libros y bibliotecas, y en Salto esa conversación inevitablemente lleva a la figura de Felisa Lisasola, poeta y bibliotecaria. Su nombre, no solo es también el de la Biblioteca Departamental, sino que representa un legado cultural profundamente arraigado en la historia salteña. Revalorizar su figura es un acto de justicia con la memoria de quienes forjaron los espacios donde hoy se construye conocimiento.

El Ateneo de Salto: semillero de cultura

Para entender el papel de Felisa, es necesario repasar brevemente la historia del Ateneo de Salto, institución que la acogió como bibliotecaria. Fundado en 1889 a partir de una iniciativa de referentes culturales de la ciudad, el Ateneo nació como un “centro de pensamiento y de labor” para proyectar el desarrollo intelectual del norte del país. Su edificio actual fue inaugurado el 19 de abril de 1895, con una arquitectura sobria y armoniosa, fruto de una inversión de más de 11.000 pesos de la época. Allí se desarrollaron importantes actividades culturales, con el entusiasmo de toda una comunidad comprometida con el saber.

Felisa Lisasola: bibliotecaria, poeta…

Felisa Lisasola nació el 31 de octubre de 1877 y falleció el 28 de octubre de 1952, siempre aquí en Salto, su ciudad natal. Fue una destacada poeta, autora de los libros Lámpara (1926) y Meditación (1931), además de numerosos poemas publicados en medios de la época. Sin embargo, su mayor legado fue como bibliotecaria. Reorganizó la Biblioteca del Liceo Departamental y, sobre todo, dirigió con compromiso la biblioteca del Ateneo. Su labor sentó bases fundamentales para la cultura local, y por eso, desde los años 90, la Biblioteca Departamental de Salto lleva con orgullo su nombre.

Memoria activa

Recordar a Felisa no es un ejercicio nostálgico, sino una reafirmación del valor de quienes con vocación silenciosa construyeron los espacios que hoy consideramos esenciales. En tiempos donde la cultura necesita defensores, la historia de Felisa Lisasola sigue siendo un ejemplo vigente.

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