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Un grupo de voluntarios decidió que un par de narices rojas, vestuarios coloridos y una buena dosis de empatía podían ser tan importantes como un medicamento. Ellos son parte de Sapatina, una organización sin fines de lucro que, desde su nacimiento en Montevideo, ha expandido su misión de llevar humor y contención a personas hospitalizadas a varias ciudades del país, incluyendo Salto.

Alejandro Fernández y Federico de los Santos, dos de los representantes de Sapatina en Salto, estuvieron en la La Prensa Streaming y dieron a conocer cómo funciona este movimiento que mezcla arte, solidaridad y humanidad. “Disponemos voluntariamente de horas de un día a la semana para ir a hospitales y otras instituciones, disfrazarnos de payasos y recorrer las salas para charlar, jugar y acompañar”, explica Fernández.

De Montevideo a Salto, una expansión necesaria

La historia de Sapatina comenzó en la capital, pero pronto se extendió a otros departamentos. En Salto, las primeras intervenciones ocurrieron entre 2018 y 2019, tras un llamado público y una capacitación específica para quienes querían sumarse.

El entrenamiento no es casual. Como señala Fernández, “no podés entrar a una sala y tocar a un paciente sin saber su condición; podrías empeorar la situación. Por eso nos preparan para enfrentar diferentes realidades y para improvisar con agilidad mental”.

De los Santos agrega que la formación también incluye sensibilidad verbal, “No solo cuidamos el contacto físico, sino también lo que decimos. A veces hay temas que no conviene tocar; nuestro trabajo es llevar al paciente a un lugar emocional más cómodo, aunque sea por un ratito”.

Equipos pequeños, impactos grandes

En Salto, el grupo cuenta con 15 integrantes, aunque en este año participan activamente entre 6 y 8. Las intervenciones nunca se realizan en solitario, se requiere un mínimo de dos voluntarios por salida.

No solo visitan hospitales, también concurren a sanatorios, centros médicos y residencias de ancianos. Las solicitudes pueden provenir de las propias instituciones o de la organización, que se ofrece directamente. En cualquiera de los casos, se necesita autorización y un espacio para cambiarse y maquillarse.

Improvisar con estructura

Aunque el trabajo del clown hospitalario parece espontáneo, hay una planificación de base. Los voluntarios manejan una estructura general de actuación, pero adaptan el contenido a la respuesta de cada persona y situación. “A veces tenemos ideas nuevas para juegos o dinámicas y las probamos. Otras veces usamos lo que ocurre en el momento, como que alguien duerma en la sala, para crear situaciones humorísticas sin molestar”, comenta De los Santos.

Las intervenciones son para todas las edades. “Incluso, muchas veces los adultos participan más que los niños”, confiesa Fernández. El personal hospitalario también se involucra, guardias, limpieza y cocina suelen pedir que los payasos pasen por sus áreas.

Historias que cambian el ánimo

El impacto de Sapatina no se mide solo en sonrisas. Un ejemplo que recuerda Fernández ocurrió con una niña que llevaba días internada, de mal humor y reacia a jugar. “En un momento me miró, me dijo ‘feo’ y me tiró un muñeco. Mis compañeros aprovecharon eso y yo fingí llorar. Eso la hizo reír, y de ahí empezamos a jugar. En minutos, le cambió el ánimo después de días difíciles”, relata.

Este tipo de transformaciones emocionales son frecuentes. Y aunque el objetivo es ayudar al paciente, los voluntarios aseguran que ellos mismos salen enriquecidos. “Parece un cliché, pero es real. Nos sentimos bendecidos de que alguien nos deje entrar en algo tan sagrado como su salud. Eso nos llena de gratitud”, dice De los Santos.

Compromiso y continuidad

En Salto, Fernández y De los Santos intervienen cada viernes de 16:00 a 18:30 aproximadamente.  Otros grupos cubren otros días, asegurando una presencia constante. La próxima intervención especial será el Día del Niño, aunque en esa ocasión participará otro equipo.

Las acciones no se limitan a los centros de salud. En casos puntuales, Sapatina realiza visitas domiciliarias. Como ejemplo, Fernández menciona a una niña con “piel de cristal” que no puede salir de su casa, “Fuimos a su domicilio para llevarle un momento de alegría”.

Cómo colaborar

Sapatina es completamente voluntaria y se financia con donaciones. Cualquiera que quiera colaborar puede hacerlo a través de las redes sociales Instagram: Sapatina Payasos contactando directamente con los responsables en cada ciudad. Las donaciones pueden ser monetarias o en especie; por ejemplo, en el Día del Niño se reciben juguetes para repartir.

Más que un espectáculo, un acto de humanidad

El trabajo de Sapatina no es solo entretenimiento. Es un puente emocional que conecta a pacientes, familias y personal de salud con una experiencia diferente en medio de la rutina hospitalaria. Con su mezcla de humor, improvisación y respeto, estos voluntarios logran que las horas difíciles se llenen de luz.

Como resume Fernández: “Damos un tiempo nuestro para ayudar a alguien en una situación incómoda y, al final, nosotros también salimos beneficiados. Dar hace bien”.

En un sistema de salud donde la atención médica es esencial, Sapatina recuerda que el bienestar emocional también es parte de la recuperación. Y que, a veces, un payaso puede ser el mejor remedio.

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