Prof. Anabela Sevrini /
Tres décadas de enseñanza e innovación en el Barrio Ceibal
En un rincón del Barrio Ceibal, un pequeño salón de informática se ha convertido en el epicentro de una transformación educativa y social que ha impactado a generaciones enteras. Este espacio, liderado por la profesora de informática Arabela Sevrini, celebra este año tres décadas de dedicación ininterrumpida a la enseñanza. Su historia es un testimonio de cómo la pasión, el compromiso y la vocación pueden cambiar vidas.
Una pasión por la informática que transformó un barrio
El 16 de enero de 1995, Anabela Sevrini dio sus primeros pasos como educadora independiente en un humilde salón de la Comisión Vecinal del barrio Ceibal. “Empecé con una computadora y una máquina de escribir Olivetti. Tenía un alumno por hora, y hacía hasta cuatro viajes al día para enseñar”. Desde entonces, el Instituto Este de Informática, como lo bautizo, ha crecido no solo en tamaño, sino también en alcance e impacto. Hoy, su salón cuenta con 10 computadoras y una estructura que le permite atender a estudiantes de todas las edades y niveles. La cercanía de Anabela con su comunidad ha sido clave en su éxito. “Los primeros alumnos eran vecinos del barrio. Una de ellas, Giovanna Márquez, empezó como adolescente y ahora manda a sus hijos a estudiar conmigo. Eso es algo que me llena de orgullo”, compartió emocionada.
Educación personalizada: el sello distintivo de su método
Uno de los aspectos que distingue el trabajo de Anabela es su enfoque personalizado. En su salón, cada estudiante recibe atención individual, adaptando las clases a sus necesidades y objetivos específicos. “Trabajo con un alumno por máquina, y las clases se diseñan en función de lo que cada uno necesita aprender”, explica. Este método no solo asegura que los estudiantes aprovechen al máximo su tiempo, sino que también fomenta un aprendizaje más significativo y efectivo. Con el tiempo, el instituto amplió su oferta educativa, pasando de clases básicas de informática a cursos especializados en programación, contabilidad y herramientas avanzadas. “Hoy, enseño lo mismo que en un instituto más grande, pero con la ventaja de ofrecer una enseñanza más cercana y adaptada”, comentó.
El desafío de motivar a las nuevas generaciones
A lo largo de los años, Anabela ha observado cambios en las actitudes hacia la educación, especialmente entre los más jóvenes. Según su experiencia, las nuevas generaciones enfrentan una creciente desmotivación hacia el estudio. “Muchos niños saben manejar internet y redes sociales, pero eso no es informática. Mi trabajo es mostrarles que las herramientas digitales pueden abrirles puertas en el mundo laboral”. Durante la pandemia, Anabela comenzó a ofrecer clases virtuales, llegando a estudiantes en otras ciudades e incluso en el extranjero. “Tuve alumnos en España y Montevideo, lo que demostró que la tecnología puede ser una gran aliada cuando se usa correctamente”. Sin embargo, también advierte sobre los riesgos de la tecnología mal utilizada. Las ceibalitas, por ejemplo, han sido desaprovechadas por muchas familias. “Esas computadoras tienen un potencial enorme, pero muchas veces los niños solo las usan para jugar. Falta conciencia sobre cómo aprovecharlas para el aprendizaje”.
Una conexión inquebrantable con el Ceibal
Para Anabela, el barrio Ceibal no es solo su lugar de trabajo, sino también su hogar. Nacida y criada en la zona, regresó después de unos años para establecer su instituto y construir una vida al servicio de su comunidad. “El Ceibal es mi casa, y todo lo que hago está enfocado aquí. Mis padres, mi casa y mi trabajo están todos a la vuelta de la policlínica. No podría imaginarme haciendo esto en otro lugar”. Esta conexión con el barrio ha sido un pilar fundamental en su trayectoria. Gracias al apoyo de la comunidad, Anabela pudo expandir su salón y convertirlo en un espacio clave para la formación educativa en la zona.
Tecnología, compromiso y vocación: el legado de una docente
Anabela no solo enseña informática; también inspira a sus alumnos a seguir sus pasos. Algunos de ellos han optado por estudiar docencia gracias a su influencia. “Es el mejor regalo que puedo recibir. Ver a mis ex alumnos convertidos en docentes es una satisfacción enorme”. A pesar de su éxito, Anabela mantiene una humildad admirable. No se considera una figura destacada, pero su impacto en el barrio la ha convertido en una referente. “La gente del Ceibal me conoce como ‘la profesora de informática’, y para mí eso ya es un honor”. Cuando se le pregunta sobre su futuro, su respuesta es clara: seguirá enseñando mientras pueda. “Disfruto tanto dar clases que podría pasar horas en mi salón sin cansarme. Es mi lugar feliz”.
Un mensaje de esperanza para el futuro
De cara a 2025, Anabela ya tiene todo planeado. Las inscripciones comienzan el 3 de febrero, y las clases arrancan el día 10. Aunque su agenda siempre está llena, busca mantener un equilibrio entre su trabajo en el salón y en otros institutos donde también enseña. Al finalizar, Anabela envió un mensaje especial a su comunidad: “Quiero agradecer al barrio Ceibal por todos estos años de apoyo. Todo lo que he logrado ha sido gracias a ustedes, y espero seguir contribuyendo al desarrollo de nuestra gente por muchos años más”. La historia de Anabela Sevrini es un ejemplo inspirador de cómo la vocación y el compromiso pueden transformar vidas. Su dedicación ha permitido que cientos de personas en el barrio Ceibal y más allá accedan a una educación de calidad, abriendo puertas a nuevas oportunidades laborales y personales. En un mundo cada vez más digital, la labor de docentes como Anabela es crucial para garantizar que la tecnología sea una herramienta de progreso y no solo de entretenimiento. Su legado es, sin duda, una fuente de orgullo para el barrio Ceibal y para toda la comunidad educativa de Uruguay. Con docentes así, el futuro de la educación promete ser más inclusivo, innovador y transformador.
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