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Alberto Fernández cerró el entendimiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI) convencido de haber superado en enero una apocalíptica instancia de default. Pero su viaje a China y la inesperada jugada política de Máximo Kirchner pusieron a la Argentina en un nuevo Día de la Marmota: es poco probable que el board apruebe el programa en marzo, y si ello sucede no habrá reservas en el Banco Central para pagar -ese mes- los vencimientos de capital y la deuda pendiente al Club de París.

China es el enemigo global de Estados Unidos. Xi Jinping tiene un plan estratégico para colocar a Beijing por encima de Washington, y la Ruta de la Seda es el sofisticado dispositivo diplomático -soft power- que diseñó el líder comunista para facilitar ese preciso objetivo geopolítico. Junto a la Ruta de la Seda que ya sumó a 145 países, China posee un aparato tecnológico y militar que protege su seguridad nacional y busca las debilidades de sus enemigos globales para avanzar en su proyecto de ser potencia mundial.

Ese aparato tecnológico tiene su nave insignia: se llama Huawei. Alberto Fernández visitó China, firmó la incorporación de Argentina a la Ruta de la Seda, y antes de volar a Barbados -previa escala en Madrid-, almorzó en Huawei con su CEO Ren Zhengfei.

 

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