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La pandemia hizo crecer la pobreza en todos los países, pero la Argentina muestra la atipicidad de que, superada la pandemia, mantiene la misma incidencia de la pobreza. Lo más grave, es que la tasa de indigencia llegó en Argentina al 11,9% de la población, superior a la que había en pandemia que fue de 10,5%. Esta degradación social se dio en el marco de una creciente intervención del Estado Argentino, pese a que las transferencias monetarias asistenciales se multiplicaron por 4 en términos reales entre el 2019 y el 2023.En el año pasado, las transferencias asistenciales ascendieron a 3% del PBI. Algo que demuestra el rotundo fracaso de las política asistenciales basada en transferencias monetarias, con la intermediación de agrupaciones sociales.

Según información publicada por los institutos oficiales de estadística de cada país se observa que:

* En Argentina en el 2006 la pobreza afectaba al 27% de la población mientras que en el 2023 afecta al 42%.

* En Uruguay la pobreza en el 2006 afectaba al 25% de la población mientras que en el 2023 afecta sólo al 10%.

* En Chile la pobreza en el 2006 era del 29% de la población mientras que en el 2023 afecta sólo al 7%.

Estos datos muestran que partiendo de una situación inicial similar en el 2006, cuando los tres países del cono sur comenzaron a transitar una gran bonanza internacional, en la Argentina la tasa de pobreza aumentó en un 50%, mientras que Chile y Uruguay la redujeron al 7% y 10%, respectivamente. Lapso en que no hubo ninguna catástrofe sanitaria, ambiental, o territorial. Los tres países comparten similares perfiles raciales y culturales y los tres enfrentaron el mismo contexto internacional.

Algo que según interpretan sociólogos y economistas, la cronica pobreza, especialmente en Argentina, deriva de malas políticas públicas apoyadas por amplios sectores de la sociedad. Entre las principales se encuentran los excesos de gasto público financiados con emisión monetaria y deuda pública, el uso del Estado para beneficiar intereses espurios, desdén por el profesionalismo y la eficiencia en la gestión pública, mala organización del sistema tributario y el desorden previsional, aislamiento del mundo y perversas regulaciones laborales.

Se juzga así, que en Argentina una mayoría del sistema político haya sostenido, o al menos tolerado, estas malas políticas es la principal diferencia con Uruguay y Chile. En estos países, que fueron gobernados alternadamente por coaliciones de izquierda y de centro derecha, se sostuvieron políticas públicas mucho más consistentes y racionales.

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