
Toma de la Bastilla /
Libertad, igualdad y resistencia a la opresión
El 14 de julio de 1789 marcó el inicio de la Revolución francesa con la toma de la Bastilla, una fortaleza medieval que representaba la represión del absolutismo. En una Francia sumida en la crisis económica, con el pueblo hambriento y oprimido por impuestos injustos, el estallido era inevitable. La destitución del ministro de finanzas Jacques Necker, percibido como aliado del pueblo, desató la indignación popular.
La toma de la Bastilla fue un acto simbólico y decisivo: solo había siete prisioneros, pero la victoria representó el fin del miedo y el comienzo del poder ciudadano. Este levantamiento popular, impulsado por nuevas ideas filosóficas sobre igualdad y libertad, desembocó en una revolución que se extendió por toda Francia.
Seis semanas más tarde, el 26 de agosto de 1789, la Asamblea Nacional adoptó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamando principios fundamentales como la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Aunque en sus inicios no incluyó a todos, la Declaración fue pionera en la formulación de los derechos civiles. Limitó el poder del Estado sobre la vida privada e inspiró futuras constituciones en Europa y América Latina. Hoy, su legado sigue vivo como pilar de los derechos humanos y las democracias modernas.
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