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En estos últimos años, el enfrentamiento político-ideológico, muchas veces, mas que alentar el intercambio de argumentos válidos y razonables, llevó a la descalificación lisa y llana. Así desde la izquierda muchas veces se descalificó a quien profesa una ideología de centro o centro- derecha, tildándolo de “fascista”.

Algo que colisiona con la realidad y demuestra un desconocimiento real de lo que es el Facismo. Un ejemplo cercano y vigente si se quiere, tenemos los uruguayos muy a mano. Apunto al Peronismo  que tiene sus reales bases y origen en el más puro facismo italiano, cuna de esa ideología.  Algo, que con el tiempo, lo llevó a representar desde la izquierda más radical a la extrema derecha cubriendo así todo el abanico ideológico,  con el interesado fin de perpetuarse en el poder. Algo que logró, porque durante 70 años, siempre estuvo presente e influenciando en la vida de los argentinos, con resultados como el que viven, donde de “nación potencia” llegó al presente a la pobreza extrema del 50% de su población, pese a los inmensos recursos naturales y la potencialidad de producción agrícola-ganadera e industrial.

De acuerdo a la historia y los hechos reales, con el titulo de Coronel, Juan Domingo Perón, tuvo como destino en un momento, el cargo de  Agregado Militar en Roma. Durante su estancia en esa función, Perón copió y trasladó a su país, la doctrina fascista, con un particular toque nacionalista.

Benito Mussolini, político y líder del Partido Nacional Fascista, reconocido fundador de esa ideología con clara tendencia totalitaria,  nació como respuesta a la “otra Italia” representada por una corriente liberal. ¿Cómo veía Mussolini a esa “otra Italia”? La veía como “materialista” porque exaltaba al individuo al margen de la vida del Estado. Por esta razón, la cultura italiana de la época era patrimonio exclusivo del positivismo. Por su parte los liberales, al igual que el socialismo son igualmente individualistas al negar una realidad superior a la de la vida material que tiene su medida en el mero individuo.  Sin embargo, ni el liberalismo/socialismo ni el nacionalismo alcanzan aquello que el fascismo se propone: la férrea unidad Estado-individuo.

En relación a esta diferencia que estamos marcando entre el fascismo y el nacionalismo, este último se presenta como un tradicionalismo que se esfuerza por asegurar una herencia ligada a valores trascendentes. Por el contrario, el fascismo concibe a la nación o republica como una herencia de valores, pero aplicada a la voluntad del poder. En consecuencia, la historia no será entendida en términos de fidelidad al pasado común, sino como una creación continua que debe quitar del medio todo aquello que se le oponga.

Algo que si ponemos atención ha sido impulsado y practicado por muchos gobiernos de izquierda, tanto a nivel sudamericano como mundial y también en nuestro Uruguay..

Para ello, se practica la  exclusión, ante todo, del individualismo, fundado sobre el presupuesto de una realidad natural de los individuos, a los cuales corresponderían derechos naturales que el Estado debería tutelar y que podrían ser reivindicados frente al Estado.

De esto se sigue, al rechazo del una doctrina filosófica y del derecho a través de la cual se considera que las normas o derechos son propios de la naturaleza del ser humano. Así se cae en generalizaciones engañosas. Es necesario distinguir el nacionalismo del fascismo y evitar la simplificación de sus concepciones filosófico-políticas y podremos comprender acabadamente sus distintas implicaciones en la historia. La luz, afortunadamente, permite ver las diferencias. Porque en la realidad, no todo es igual… Por ejemplo aquello de: “golpeá que te van a abrir” no es lo mismo que “abrí que te van a golpear”.

 

 

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