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Hay una teoría que marca que las personas pueden vivir en diferentes planos pero que cuando se cuentan los porotos, de a uno, deben caer en la realidad. Ortega y Gasset habla de la mente infantil que cree que acomoda la realidad a su forma de ver y cuando choca pueden pasar dos cosas, o asume la realidad y se adapta a ella o sigue atrapado en su mundo.

Esto propicia a gente que vive en una burbuja, el problema es cuando esa persona tiene responsabilidades políticas, debe decidir formas de gobierno y con sus decisiones afecta a miles o millones. Uno mira, por caso, con cierta sorna a Nicolás Maduro en Venezuela, su sarta de imbecilidades, pero cuando apunta que esas barbaridades están generando uno de los mayores éxodos, o quizás el mayor de todos los tiempos de una nación que no está en guerra, que no tiene guerra civil, que no sufrió cataclismos o tsunami, empieza a darse cuenta que la estupidez humana no tiene límites y que la política debería respetar todo lo que puede a la institucionalidad para de esa forma limitar a los "Maduros" que puedan surgir. Este tipo de personajes reaparece por todos lados, pero el tema es qué se hace con esa gente. Esa debería ser, la respuesta deontológica, la gran preocupación de todos los partidos políticos que habitan en este suelo de Artigas.

Lo primero que cabe decir luego de las elecciones nacionales es destacar el trabajo de la Corte Electoral y sus miembros, de miles de nobles funcionarios, de gente que pasa semanas preparándose y dando clases, lo vimos, que enseñan a los funcionarios que luego trabajarán en la mesa. Salto tiene a su frente en la Oficina local a Maximiliano Muñoz que es un lujo de persona y un lujo de funcionario. Da garantías y conviene no dejarlo pasar, Maxi es no solo un buen funcionario sino alguien que ama profundamente la democracia, destaca al sistema y enaltece la república. No debe quedar al costado esto, claro que Muñoz tiene una barra de gente comprometida detrás pero que él pone el alma que no queden dudas. Es un lujo para Salto ese muchacho y queremos marcarlo claramente. A su vez conviene deconstruir un concepto. En la política asoma gente de todos los pelos, ordinarios y nobles, pero la Corte y su gente les ponen un freno a todos y les marcan que la realidad se mueve solo sobre la ley y de otro forma es imposible.

La solvencia moral de Muñoz nos obliga a elevar la vara y decir que todos deberíamos reflejarnos en gente así, en gente como los funcionarios que dejan el alma para lo mejor. No hay que olvidar esto.

Hay funcionarios que arrancaron a las cuatro de la mañana para Sarandí de Arapey. Esa gente se levantó a las tres para higienizarse, vestirse y desayunar algo para empezar a las cinco horas con la recepción de votos, pero trabajó desde las cuatro que salió de la Oficina Electoral. Convendría a la ciudadanía reconocer esto, naturalmente que es un trabajo, pero también hay una solvencia técnica que se suma a la honestidad de procederes. El Uruguay ha sabido construir con gente como la que tenemos en Salto una democracia plena, seguridad en sus resultados, certeza en sus informes. Valoremos esto, no pasa en todos lados, no se repite con frecuencia.

Lo que nos queda de futuro es seguir abonando esta forma, dándole presupuesto y herramientas a la Corte para que pueda darnos garantías a la hora de votar, en todas las instancias, porque no olvidemos que venimos de las internas, vamos rumbo al ballotage pero también tuvimos dos plebiscitos simultáneos. Y nade chistó, nadie criticó el accionar. Esa construcción habla de un pueblo y un Estado que hoy merecen aplausos. Cuidemos esto.

 

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