Lo dijo Arjona en 1996: "y que viva Donald Trump"
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Por Lic. Fabian Bochia
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ffbochia@holmail.com
En el ya lejano año 1996 Ricardo Arjona lanzó una canción denunciando los abusos de los Estados Unidos pero que estos eran inherentes a la naturaleza humana. En una parte dice lo siguiente.
"El norte, sus McDonald's, basketball, y rock and roll. Sus topless, sus Madonnas y el abdomen de Stallone. Intelectuales del bronceado, eruditos de supermercado. Tienen todo, pero nada lo han pagado. Con dieciocho eres un niño para un trago en algún bar. Pero, ya eres todo un hombre pa' la guerra y pa' matar. Viva Vietnam y que viva Forrest Gump Viva Wall Street y que viva Donald Trump."
Hace casi treinta años el famoso cantante guatemalteco detectaba esto, o sea la incidencia en la cultura americana de Trump. Ese ideal del magnate, mujeriego, charlatán, racista y antiinmigrantes fue abonando una figura que metió hace unos tiempos el pie en la política y rompiendo todos los manuales llegó, nada menos, a su segunda presidencia en los Estados Unidos de América. Ahí está, superando a una mujer impecable como la vicepresidenta Kamala Harris, de un gran gobierno como el actual donde comparte con Joe Biden, donde creció la economía, donde han sabido administrar la participación de su país en la invasión rusa de Ucrania, donde se han manejado con cautela con Venezuela, Méjico, Irán, donde hay trabajo, donde crece todo pero el americano promedio no lo vio así y busca en el rubio magnate algo que no le dieron Biden y Harris. Pero además todos sabemos el desprecio de Trump por las instituciones, no lo oculta, ama pasar por arriba de todo, ya estuvo en la presidencia, digámoslo, ya casi gana pues no fue reelecto por muy poco. Y ahora gana de nuevo con más votos, más brillo, más colegios electores, más latinos, más negros, más mujeres votándolo.
El jefe de encuestas de Donald Trump, Tony Fabrizio (dice el New York Time), lo había visto casi todo en las tres contiendas en las que había trabajado para el polémico expresidente. Pero incluso él parecía estar preparándose para las malas noticias.
Trump acababa de debatir con la vicepresidenta Kamala Harris, cayendo en varias ocasiones en sus provocaciones, perdiendo el tiempo mientras hablaba sobre el tamaño de su público y difundiendo rumores infundados sobre inmigrantes que comen mascotas.
Fabrizio había predicho a sus colegas que la brutal cobertura mediática de la actuación de Trump en un debate visto por 67 millones de personas haría subir a Harris en las encuestas. Acertó sobre la cobertura mediática, pero se equivocó sobre el resto. Su primera encuesta posterior al debate le sorprendió: Harris solo había ganado en algunos atributos, como la simpatía. Pero Trump no había perdido terreno en la contienda.
“Nunca había visto nada igual”, dijo Fabrizio en una llamada con altos dirigentes de la campaña, según dos participantes.
Hay un dato que no podemos soslayar, en todos los Estados del país que tiene cerca el fenómeno migratorio, como Texas, Trump y sus ideas locas arrasó. La gente se sintió identificada con el magnate y lo votó convencida.
Su victoria en 2024 se redujo a una apuesta esencial: que sus quejas podían fundirse con las del Partido Republicano, y con las de más de la mitad del país. La foto de su ficha policial se convirtió en una camiseta superventas. Su condena penal inspiró 100 millones de dólares en donaciones en un solo día. Sus imágenes sangrando tras un intento fallido de asesinato se convirtieron en el símbolo de lo que sus partidarios veían como una campaña del destino.
“Dios me perdonó la vida por una razón”, dijo en su discurso de victoria a primera hora del miércoles. Y añadió: “Juntos vamos a cumplir esa misión”.
A veces, Trump podía ser tan grosero y autocomplaciente en el estrado que sus colaboradores se preguntaban si estaba haciendo un experimento absurdo para comprobar cuánto comportamiento aberrante tolerarían los votantes.
Trump sabía exactamente el nivel de esa tolerancia y lo manejó a gusto.
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