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El resultado de las elecciones en los EE.UU., es una demostración de que el globalismo y populismo progresista de izquierda, aun contando con la mayoría de los grandes medios de comunicación y de las encuestadoras, podrán seguir dominando la opinión publicada, pero no la opinión pública.

Donald Trump fue uno de los que empezó a incomodar a los cultores de la mentada agenda. El ex y ahora futuro presidente Trump, en 2019 en la Asamblea General de la ONU sostuvo que “Los líderes sabios siempre ponen el bienestar de su gente y de su país primero. El futuro no le pertenece a los globalistas, les pertenece a los patriotas”. Dejando bien plantada su posición anti global. Esta posición fue afirmada en 2020, cuando en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial, luego de escuchar a la activista por el clima Greta Thunberg que llamaba a evitar el apocalipsis climático, se despachó diciendo que "El mundo no debería prestar atención a los “permanentes profetas de la fatalidad” que intentan destruir nuestra economía y arruinar nuestro país o acabar con nuestra libertad". En esa ocasión, agrego: "Para abrazar las posibilidades del mañana, debemos rechazar las constantes ganancias de la fatalidad y sus predicciones del apocalipsis. Estos son los herederos de los insensatos videntes" y aseguró -casi profetizando lo que en pocos días estaba por llegar- "Quieren que nos vaya mal”. “Estos alarmistas siempre exigen lo mismo: poder absoluto para dominar, transformar y controlar cada uno de los aspectos de nuestras vidas. Nunca dejaremos que los socialistas radicales destruyan nuestra economía, arruinen nuestro país y acaben con nuestra libertad."

Lo que motivó, casi inmediatamente, una nada profética sentencia de George Soros: “Claramente considero que la administración de Trump es un peligro para el mundo, pero la veo como un fenómeno puramente temporal que desaparecerá en 2020”, pretendiendo vaticinar que Trump sería solo un fenómeno casual.

Es bastante comprensible entender por qué los medios, la farándula y las encuestadoras solo tenían malos comentarios hacia Trump.

En Argentina, Milei; en El Salvador, Bukele; en EE.UU., Trump, marcan el fin de la hegemonía de la izquierda socialista - populista.

En el viejo continente, cuenta hoy en día con Giorgia Meloni en Italia y a Viktor Orbán en Hungría, ejerciendo el gobierno y oponiéndose también a los mandatos del globalismo. Mientras que en otras potencias europeas empezaron a cobrar notoriedad fuerzas políticas similares como “Vox” en España, “Chega” en Portugal y “Ley y Justicia” en Polonia.

Una interpretación lógica y posible es que el progresismo desde una posición altanera y hegemónica no consideró las consecuencias de sus abusos: la soberbia imposición totalitaria, lo desmesurado de las propuestas -por ejemplo, las ideologías de género, indigenistas, ecologistas, etc.- y la imposibilidad de abrirse al diálogo provocaron reacciones individuales y viscerales que fueron agrupándose y motivándose mutuamente hasta generar grupos de resistencia por intermedio de las redes sociales.

La derecha y el centro está dándose cuenta que no todo es cuestión de economía, aprendió de la izquierda a valorar las batallas culturales y las está dando. Sería deseable, también, aprender de sus errores para no envanecerse ni despreciar el poder del oponente.

Vale la pena, tener presente la expresión socrática de que: “la nueva acción política, deberá ser como a un tábano sobre un noble caballo, para picarlo y tenerlo despierto.”

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