La lucha contra la violencia de género
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Por Angélica Gregorihk
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El 25 de noviembre marca una fecha crucial en la lucha por la erradicación de la violencia hacia las mujeres. Bajo la consigna “Cada 11 minutos se asesina a una mujer”, esta jornada es un llamado a reflexionar sobre una realidad alarmante que afecta a mujeres en todo el mundo y que, pese a los avances en legislación y sensibilización, sigue siendo un desafío persistente.
El Ministerio de Salud Pública ha implementado importantes herramientas para abordar la violencia de género, como los Equipos de Referencia en Violencia Doméstica y Sexual en el Sistema Nacional Integrado de Salud. Asimismo, se ha diseñado un protocolo para tratar casos de maltrato a niños, niñas y adolescentes, incluyendo respuestas específicas para huérfanos por femicidio. Estas iniciativas, junto a la red de contención del Programa de Género y Violencia Basada en Género, constituyen avances en el reconocimiento de la violencia como una problemática multidimensional que requiere atención integral. Sin embargo, una pregunta clave persiste: ¿es suficiente? Y no, ya que los datos disponibles son estremecedores. Más del 80% de las mujeres uruguayas han enfrentado violencia basada en género, en algún momento de sus vidas, con cifras que se elevan entre mujeres jóvenes y afrodescendientes. Estas estadísticas revelan que la violencia no es un fenómeno aislado, sino un patrón profundamente arraigado en las estructuras sociales y culturales.
Además, los contextos de desigualdad agravan la situación. Mujeres afrodescendientes y migrantes, por ejemplo, reportan mayores índices de violencia, lo que evidencia cómo el racismo, la xenofobia y otras formas de discriminación intersectan con la violencia de género. Esto subraya la necesidad de adoptar enfoques interseccionales para abordar el problema.
Las medidas implementadas por el MSP y otros organismos son pasos necesarios, pero el impacto real de estas políticas depende de su correcta ejecución y alcance. Los Equipos de Referencia, aunque fundamentales, enfrentan desafíos en términos de recursos humanos y materiales. La formación continua de profesionales de la salud y su sensibilización en materia de género es esencial para garantizar que estos equipos puedan responder de manera eficaz y empática.
El sistema de salud mental juega un rol crucial en el abordaje de las consecuencias de la violencia. Brindar espacios terapéuticos para niños, niñas y adolescentes afectados es vital, pero esto debe complementarse con una estrategia preventiva que actúe sobre las raíces de la violencia, incluyendo la educación en igualdad de género desde edades tempranas.
El protocolo para víctimas indirectas de femicidio es una medida destacable, pero su efectividad dependerá de la capacidad del sistema para identificar y atender estos casos de manera oportuna, evitando que las secuelas de la violencia subsistan por largo tiempo.
La violencia de género no puede combatirse únicamente desde el ámbito de la salud. Es necesario un enfoque multisectorial que involucre al sistema educativo, las instituciones de justicia, las fuerzas de seguridad y la sociedad en su conjunto. Campañas de sensibilización son fundamentales para combatir con los estereotipos y normas sociales que perpetúan la violencia.
Erradicar la violencia de género implica transformar las estructuras de poder y las relaciones sociales que la sostienen. Esto no es tarea fácil, pero es imprescindible. Las cifras de violencia en Uruguay y en el mundo reflejan un problema sistémico que solo puede resolverse si se desafían las normas patriarcales que subyacen a estas conductas.
La educación, tanto formal como informal, es una herramienta clave. Enseñar a las nuevas generaciones a relacionarse en igualdad, a resolver conflictos sin violencia y a respetar la diversidad es un paso hacia un futuro libre de violencia.
Pese a los avances, el cambio hacia una sociedad libre de violencia es largo. Es imprescindible que como sociedad trabajemos unidos para erradicar la violencia en todas sus formas, recordando que cada acción cuenta. Desde las políticas públicas hasta las actitudes cotidianas, todos somos responsables de construir un mundo en el que ninguna mujer sea asesinada, maltratada o privada de sus derechos.
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