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Hay que destacar el arbolito navideño que generó la División Servicios Públicos en la Plaza de los Treinta y Tres. Cada noche que el tiempo lo permite hay una romería de familias, sobre todo con niños pequeños, esperando que se prenda el mencionado árbol que tiene más de veinte metros y un cambio de colores realmente llamativo y "aprovechando la oportunidad que me brinda esta emisora" aparecen vendedores de juguetes, golosinas, helados, refrescos, que se hacen un peso entre tanta gente y entre tanta gurisada.

 El árbol tiene un vallado de madera que por suerte se respeta y evita que se toquen las luces que pueden romperse y siempre está latente el riesgo de un siniestro pues, a la larga, circula corriente eléctrica por allá. Por lo que finalmente bien vale destacar una obra que atrae a todo el mundo en una plaza que se está remozando, ahora por el lado de Florencio Sánchez, y que tiene las preferencias claras de las familias sobre otros espacios públicos de Salto.

Los panaderos de Salto, y todos los que hacen productos panificados que son muchos, y muchos sin declarar, se enfrentan a un problema a la hora de elaborar los sabrosos panes dulces pues antes la gente se contentaba con que fueran rellenos de frutas secas y nueces y por allí terminaba, por el famoso tema de la herencia europea con comidas calóricas para enfrentar el frío y la nieve.

Pero ahora el pan dulce cambió, viene con frutas y sin frutas, con nueces y sin nueves, con chispas de chocolate adentro y afuera, bañado en fondán o no, relleno de dulce de leche y nada más. Pues hay un público que gusta del pan dulce pero no quiere frutas secas entonces aparecen todas esas variantes, incluso industriales hechos en la capital, y la gente los pide por lo que hay que tener demasiadas variantes ante el pedido del público. Esto, lógicamente, se replica en los budines por lo que hay que tener varios tipos de estos sabrosos panificados para acaparar a todos los gustos de un público demasiado diversificado.

Hace pocos días falleció un muchacho de dieciocho años lo que consternó a buena parte de la comunidad, ya que se fueron derivando cuadros complejos en su salud que llevaron al fatal desenlace. Hablamos de un chiquilín querido, activo, que estudiaba en un colegio privado y hacía deporte, lo que más llamó la atención. La congoja abarcó a decenas de personas de toda la comunidad por la edad, la calidad humana y los valores del muchacho y la familia. Un horror más que nos deja un año que trajo también siniestros mortales, suicidios, afectando a gente joven. Dolor.

 

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