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Siempre se dijo que el año uruguayo comenzaba cuando entraba el último ciclista a Montevideo. Esta frase ha calado hondo en el imaginario popular, al punto de volverse una realidad. Todos planificamos las vacaciones y la Semana Santa —o Semana de Turismo— marca el fin de ellas. Hayamos salido o no, los planes comienzan a ejecutarse después de que termina esta semana de festejos variados.

Este es un año especial para hacer realidad ese dicho, pues venimos de un año electoral, un largo período de transición de gobierno y con las elecciones departamentales a la vuelta de la esquina. En pocos días culmina todo el periplo electoral, que resulta desmedido y caro para un país con escasos recursos, y con muchos cargos políticos que se concentran por más de un año en el sistema electoral.

Algo tiene que cambiar. El diseño electoral, en gran medida, ha fracasado. Cada elección le cuesta al país millones de pesos. Los partidos políticos invierten gran parte de su patrimonio, el cual se nutre fundamentalmente de los aportes que realizan quienes ocupan cargos públicos. Esto conduce a que exista una tácita unanimidad en no achicar el Estado, porque ello implicaría desfinanciar al sistema político.

Es palpable que, entre el balotaje y la asunción del nuevo presidente, existe un desgobierno: un Parlamento que ya no representa la voluntad actual del pueblo y un Poder Ejecutivo que, por una razón u otra, se siente maniatado en la toma de decisiones. Si a ello se suma que los entes autónomos y servicios descentralizados tienen cargos ocupados por la oposición, la parálisis se incrementa ante la espera de su conformación definitiva.

A pesar de lo dicho, este año —antes de que entrara el último ciclista a Montevideo— ocurrieron sacudones políticos importantes que pusieron a prueba al presidente Orsi. El affaire Cairo le estalló en los primeros días de gobierno, y tuvo el triste logro de tener al ministro con menos tiempo de actuación desde el advenimiento de la democracia. Cuesta creer que una mujer con tantos años en política, que además es incendiaria por naturaleza, no haya tomado la mínima precaución de regularizar su vivienda al ser designada ministra de Vivienda. Parece sacado de una novela, pero es real.

El tema debe considerarse políticamente terminado. No se puede perder más tiempo en este hecho. Deberán el Intendente y el BPS intimarla a regularizar y pagar los adeudos, y la clase política debe dedicarse a trabajar: a estar atenta a la situación mundial, harto peligrosa en todo sentido; a lograr los consensos necesarios para votar el presupuesto; a crear políticas de Estado en la Cancillería; a desarrollar estrategias comerciales para vincularnos con el mundo. Para eso los votamos.

Por último, en este mes tan caro para el país y en esta semana en particular, solo resta pedirles a nuestros representantes que retomen el sentido épico que tuvieron nuestros libertadores, que piensen en el país antes que en sus propios intereses.

 

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