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Un salteño vinculado a los medios de comunicación hizo un viaje desde Paysandú a Salto por la ruta tres. Algo común menos por el dato que vamos a compartir con nuestros lectores. Se puso a contar desde el empalme de la ruta tres con la veintiséis la cantidad de camiones que venían por esta última desde ese lugar hasta las Termas del Daymán.

 

Contó la friolera de setenta camiones, una tras otro, rumbo seguramente al puerto de la capital aunque también podrían ir al de Nueva Palmira que tiene muy buen movimiento aunque lejos del de Montevideo. Se trataba de camiones de Paraguay, Brasil, Argentina y propios de nuestro país. Le llamó la atención y reflexionaba el uso tremendo de las rutas nacionales, cómo pueden aguantar con este trajinar tremendo.

 

Y el aporte es nimio ya que solo pagan peajes, puede ser que usen paradores en la ruta, no mucho, algo de combustible pero seguramente por la diferencia de los costos traen el propio y para reponer por lo que el país da un servicio a cambio de muy poco y expone a sus rutas nacionales a un deterioro mayor. A eso hay que sumarle el riesgo porque se maneja en medio de una enorme cantidad de vehículos pesados.

 

Lo que aumenta el riesgo notablemente pues no es lo mismo manejar en una ruta con un tráfico común sino enfrentar esta problemática. A veces no nos damos cuenta del peligro que significan rutas con este nivel de saturación, agreguemos el transporte de pasajeros, los coches comunes, las motos, y a veces la maquinaria pesada que debe circular por tema de producción. Quizás estamos frente a una emergencia vial y no la vemos.

 

Un lector de nuestro Vespertino concurrió a hacer trámites a la oficina de Tránsito de la comuna local y descubrió a la entrada, sobre la calle Andrés Latorre un indigente dormido, tapado con mantas y cartones. Todo bien, pero no debería permitirse pues es un lugar público que recibe gente desde la seis y media de la mañana y además en Salto está funcionando un refugio para personas en situación de calle para evitar que sucedan este tipo de complejidades, pues esa persona en algún momento hace sus necesidades, buscará alimentos, y nunca se sabe su reacción ante personas que por allí circulan, que son muchas.

 

Este tiempo tan raro donde se dan situaciones increíbles de llegar a ocho o nueve grados en tanto hemos tenido meses de octubre de treinta y cinco grados es todo un desafío por ejemplo para la gente que hace eventos. Porque se les plantea la duda de cómo prepararse, si usar el aire libre o no, si armar espacios solo adentro, qué comida dar, cuánto hielo usar pues todo esto cambia con mucho calor o mucho frío, pero como acá vivimos una locura de tiempo es bravo prever.

 

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