La contradicción del Frente Amplio con el presupuesto nacional
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Por Pedro Rodríguez
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Hoy quiero detenerme en un tema que parece lejano, técnico, pero que en realidad toca de cerca la vida de todos nosotros: el presupuesto nacional y la relación del gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El Frente Amplio, durante muchos años, construyó su identidad política diciendo que primero estaban las bases, la gente, el pueblo organizado. Las decisiones económicas, se decía, debían tomarse mirando hacia adentro y no hacia los organismos internacionales. Incluso, en campañas pasadas, se llegó a plantear la posibilidad de no pagar la deuda externa o al menos renegociarla en condiciones más justas. Esa era la prédica, esa era la bandera.
Sin embargo, la realidad de hoy es otra. Lo que vemos es que antes de recorrer los comités, antes de consultar a la militancia, antes de abrir la discusión con los sectores sociales, el gobierno consulta al Fondo Monetario Internacional. Es como si la brújula hubiera cambiado de dirección: primero Washington, después Uruguay.
El propio ministro de Economía, Gabriel Oddone, lo dijo con una sinceridad que sorprendió. En una conferencia en el World Trade Center, ante el Club de Ejecutivos, reconoció que el presupuesto presentado por el gobierno es “cosmopolita, optimista y austero”. Hasta ahí suena a discurso de manual. Pero lo importante vino después: dijo que el Fondo cree lo mismo. Es decir, la validez del presupuesto no se mide en la reacción de los trabajadores, ni de las pequeñas empresas, ni de las organizaciones sociales… sino en la opinión del FMI.
Ese mismo miércoles, Montevideo Portal publicó un artículo con estas declaraciones, firmado por el periodista Tomás Gutiérrez, donde quedó claro que Oddone vinculó directamente el presupuesto con las recomendaciones de los organismos internacionales.
Y no se quedó ahí. Oddone admitió que si el gobierno no proyecta un crecimiento de al menos dos o tres décimas por encima de lo actual, debería aplicar un ajuste fiscal. ¿Y qué significa un ajuste fiscal? Menos inversión pública, menos gasto social, más cinturón apretado. Y no en los escritorios ministeriales, sino en los hogares comunes, en la vida cotidiana de quienes ya hacen esfuerzos para llegar a fin de mes.
La paradoja es grande. El Frente Amplio criticaba a Danilo Astori por ser “la pata derecha” de la coalición. Sin embargo, ante la realidad de hoy, hasta Astori parece un revolucionario. Porque lo cierto es que todo lo que se dice y proyecta queda supeditado a la opinión del Fondo.
El viceministro de Economía llegó a decir que el programa de gobierno es de “imposible cumplimiento”. Entonces uno se pregunta: ¿imposible para quién? Para las bases que confiaron y votaron, ese programa era posible y deseable. Era la razón de ser de un Frente Amplio en el gobierno. Pero para el Fondo no. Y hoy, parece que la vara la pone el Fondo.
En campaña se habló de soberanía, de independencia, de dignidad nacional. Pero en el gobierno, se termina aceptando la lógica de que si no se sigue lo que dicen los organismos internacionales, la calificación de la deuda puede caer y los mercados castigar al país. Es el lenguaje de las agencias y de los inversores, no el de una izquierda que alguna vez soñó con cambiar la historia.
No se trata de desconocer que vivimos en un mundo global, ni de negar la necesidad de crédito. Se trata de no perder el rumbo. Porque cuando todo se justifica en función de lo que diga el Fondo, se gobierna para los mercados y no para la gente.
Además, este presupuesto se elaboró sin recorrer a fondo las bases, sin el debate en los comités, sin abrir la discusión real con la sociedad. Es un presupuesto diseñado de arriba hacia abajo, y peor aún, de afuera hacia adentro. El Frente Amplio nació con la promesa de autonomía, de dignidad, de un camino propio. Hoy, el espejo refleja otra cosa: un partido que supedita su política fiscal a lo que opinen los organismos internacionales.
Por eso, la reflexión final es clara: el presupuesto no es solo una hoja de números, es una hoja de ruta. Y si esa hoja de ruta la escribe el Fondo Monetario Internacional, el camino que seguimos como país no lo decide el pueblo, lo deciden otros.
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