El expansionismo es parte de la historia de EE.UU.
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Por José Pedro Cardozo
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Las propuestas del presidente Donald Trump de anexar o comprar territorios como Groenlandia o incluso Canadá pueden parecer desmesuradas en el siglo XXI. Sin embargo, estas ideas tienen raíces profundas en la historia expansionista de Estados Unidos, una nación que al independizarse en 1776 ocupaba un territorio similar al de Colombia. Hoy cubre una extensión nueve veces mayor, siendo el cuarto país más extenso del mundo.
En sus inicios, las trece colonias que declararon la independencia de Reino Unido formaban una franja costera en el Atlántico, desde Massachusetts hasta Georgia, con una superficie de poco más de un millón de kilómetros cuadrados. Tras el Tratado de París de 1783, se amplió ligeramente el territorio, pero fue en el siglo XIX cuando comenzó la expansión acelerada.
El proceso se inició con la compra de Luisiana a la Francia napoleónica en 1803, por 15 millones de dólares —equivalentes hoy a unos 342 millones—, lo que permitió a Estados Unidos controlar Nueva Orleans y el estratégico río Misisipi. A esto le siguió la adquisición de Florida a España en 1819 mediante el Tratado Adams-Onís, en un acuerdo que también resolvió disputas fronterizas en Texas.
La expansión continuó con la anexión de Texas en 1845 y, tras la guerra con México, el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848 permitió a Estados Unidos hacerse con más de la mitad del territorio mexicano, incluyendo los actuales estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y partes de Arizona, Colorado, Oklahoma, Kansas y Wyoming. A cambio, Washington pagó 15 millones de dólares, unos 470 millones actuales.
En 1867, Estados Unidos compró Alaska al Imperio ruso por 7,2 millones de dólares en oro —aproximadamente 100 millones actuales—, consolidando su presencia en el noroeste del continente. Posteriormente, con la derrota de España en la guerra hispanoamericana de 1898, Washington obtuvo Filipinas, Puerto Rico y Guam. Aunque Filipinas se independizó en 1946, Puerto Rico y Guam siguen siendo territorios no incorporados.
Estados Unidos también adquirió las Islas Vírgenes a Dinamarca en 1917 y anexó Hawái en 1898, un punto estratégico en el Pacífico. Además, obtuvo Samoa Americana en 1899 y las Islas Marianas del Norte en 1944.
La visión de Trump de “Hacer grande a América otra vez” revive el viejo sueño expansionista. Si bien las propuestas de anexar Groenlandia o Canadá parecen improbables y carecen de amplio apoyo, no deben ser subestimadas. La historia muestra que Estados Unidos ha sabido combinar diplomacia, compra y fuerza para expandir su territorio, y el discurso nacionalista de Trump podría encontrar eco en sectores que ven en esa expansión una vía para reafirmar el poder estadounidense.
En un mundo globalizado, donde el respeto a la soberanía y la cooperación internacional son esenciales, las aspiraciones expansionistas de Trump resultan anacrónicas y potencialmente desestabilizadoras. Pero la historia nos recuerda que, en ocasiones, las ideas más descabelladas pueden materializarse cuando encuentran un discurso persuasivo y un contexto favorable. A eso se juega Trump, por lo que todo es posible, y la historia asi lo marca, aunque también estan en juego otros poderosos, uno de ellos es China que también, como la Rusia de Putin, también tiene sus ambiciones expansionistas. La China potencia apunta a Taiwan y Rusia ¿solo a Ucrania o solo es el primer paso de apropiaciones en Europa Central, apuntando a recuperar los territorios que fueron aliadas a la desaparecida URSS?...
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