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Cada 8 de marzo, el mundo conmemora el Día Internacional de la Mujer, una fecha destinada a honrar las luchas históricas de las mujeres por la igualdad, la justicia y el reconocimiento de sus derechos. Es un día para reflexionar sobre los avances conseguidos y los desafíos pendientes, pero también para recordar la importancia de la unidad en esta causa. Sin embargo, en nuestra sociedad, esta jornada a menudo se ve empañada por divisiones y discursos radicales que distorsionan el propósito original de esta fecha.

Uruguay tiene una tradición de avances significativos en materia de igualdad de género. Desde la obtención del voto femenino antes que, en muchos países de Europa hasta la temprana incorporación de la mujer en el ámbito universitario, nuestra historia ha sido testigo de hitos que reflejan un compromiso con la equidad. En este contexto, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer debería ser una oportunidad para celebrar estos logros y continuar trabajando por una sociedad más justa e igualitaria.

No obstante, es preocupante observar cómo ciertos sectores buscan apropiarse de esta jornada para promover agendas extremas que, lejos de fomentar el diálogo y la construcción de consensos, generan polarización y enfrentamiento. La igualdad entre hombres y mujeres no se logra a través de discursos que estigmatizan a uno u otro género, sino mediante el respeto mutuo, la colaboración y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.

Es cierto que aún persisten desigualdades y desafíos que requieren atención. La violencia de género, la brecha salarial y la falta de representación femenina en ciertos ámbitos son problemas reales que deben abordarse con seriedad y compromiso. Sin embargo, la solución no radica en la imposición de ideologías que desvirtúan el principio de igualdad ante la ley, sino en la promoción de políticas públicas equitativas y eficaces.

El peligro de los extremismos radica en su capacidad para dividir a la sociedad y desviar la atención de los verdaderos problemas. Afirmaciones generalizadoras y descalificadoras, como la idea de que todo hombre es un potencial agresor, no solo carecen de fundamento, sino que también contribuyen a la construcción de una narrativa de confrontación que dificulta la búsqueda de soluciones. De la misma manera, la imposición de cuotas de género como único mecanismo para garantizar la representación política puede terminar minando el principio democrático de elegir a los representantes en función de sus méritos y capacidades.

Es fundamental recordar que la igualdad se basa en el respeto a las diferencias individuales y en el reconocimiento de los talentos y virtudes de cada persona, independientemente de su género. La construcción de una sociedad más justa requiere un esfuerzo conjunto, en el que hombres y mujeres trabajen codo a codo, sin descalificaciones ni prejuicios.

En este Día Internacional de la Mujer, especial porque se celebran los 50 años de que fuera instituida por Naciones Unidas, hagamos un llamado a la reflexión y al diálogo constructivo. Reconozcamos los logros alcanzados, identifiquemos los desafíos pendientes y propongamos soluciones basadas en el respeto, la justicia y la igualdad. Solo así podremos honrar verdaderamente el espíritu de esta jornada y avanzar hacia un futuro donde todos, sin excepción, podamos desarrollarnos plenamente en una sociedad libre y democrática.

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