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El hidrógeno verde ha emergido como una de las grandes promesas en la lucha contra el cambio climático y la transición hacia un modelo energético sostenible. Sin embargo, recientes estimaciones de Bloomberg sobre el futuro del sector revelan una realidad compleja: los precios del hidrógeno verde permanecerán altos durante décadas, lo que representa un desafío significativo para su adopción masiva.

Actualmente, el hidrógeno verde representa menos del 1% de la producción global, y aunque su potencial para la descarbonización es enorme, su viabilidad económica se encuentra en entredicho. Producido mediante electrólisis del agua utilizando fuentes de energía renovables, este proceso evita el uso de combustibles fósiles y, por ende, la emisión de gases de efecto invernadero. Sin embargo, su elevado costo, agravado por el aumento en los precios de los equipos de electrólisis y las expectativas de costos futuros, ha ralentizado el interés de los inversores y el desarrollo de nuevos proyectos.

A pesar de estas barreras, la demanda global de hidrógeno sigue en ascenso. En 2022, alcanzó los 95 millones de toneladas, un 3% más que el año anterior. Pero esta producción generó 900 millones de toneladas de CO2, dejando en claro la urgencia de transitar hacia métodos de producción más limpios. En este contexto, la industria enfrenta un dilema: por un lado, el creciente interés en el hidrógeno como solución energética; por otro, los desafíos financieros que dificultan su desarrollo.

Proyectos como el de HIF Global en Paysandú, Uruguay, se presentan como ejemplos de innovación y apuesta por un futuro sustentable. Este proyecto propone generar 100.000 toneladas de hidrógeno verde al año, lo que equivale a menos del 0,1% de la demanda global actual. Aunque esta cifra puede parecer modesta, es un paso importante hacia la implementación de tecnologías que podrían marcar la diferencia en la transición energética. La producción de “eGasolina” a partir de hidrógeno verde y CO2 capturado, destinada a motores de combustión interna, es un ejemplo del potencial de estos desarrollos para coexistir con las infraestructuras actuales mientras se avanza hacia la descarbonización.

El éxito de iniciativas como la de Paysandú dependerá, en gran medida, de los costos de producción y del apoyo de las políticas públicas internacionales. La promoción de incentivos, como subsidios y regulaciones favorables, será crucial para fomentar la inversión y garantizar que el hidrógeno verde pueda competir en el mercado energético global.

En última instancia, el futuro del hidrógeno verde requiere un esfuerzo colectivo. El sector privado, los gobiernos y los organismos internacionales deben trabajar en conjunto para superar las barreras económicas, acelerar el desarrollo de tecnologías más eficientes y garantizar que esta prometedora solución no quede relegada por sus altos costos. Aunque el camino es incierto, la importancia del hidrógeno verde para mitigar el impacto climático justifica cada esfuerzo para convertir esta promesa en una realidad tangible.

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