Uruguay necesita en forma urgente una política poblacional
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Por Jose Pedro Cardozo
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La demografía es un factor determinante para el desarrollo económico, social y cultural de cualquier nación. En Uruguay, sin embargo, las cuestiones poblacionales parecen haber quedado relegadas en la agenda pública, a pesar de las señales de alarma que muestran un país enfrentado a una crisis demográfica silenciosa pero implacable. Las preguntas son inevitables: ¿cómo se sostendrán las jubilaciones si la población económicamente activa se reduce? ¿Qué pasará con las escuelas vacías? ¿Qué futuro le espera a la economía y a la identidad nacional en un país que envejece y se despuebla?
Los problemas demográficos no son exclusivos de Uruguay. Países como Japón, China y varias naciones europeas ya enfrentan crisis graves debido al envejecimiento poblacional y la baja natalidad. Sin embargo, Uruguay tiene características particulares que agravan este fenómeno: es un país sub poblado con una distribución demográfica profundamente desequilibrada.
El 70% de la población vive en el Área Metropolitana, es decir Montevideo, Canelones y parte de San José, dejando vastas zonas rurales y pequeñas localidades con densidades mínimas que no permiten su desarrollo. Este fenómeno, conocido como "macroencefalismo", se reproduce a menor escala en los departamentos del interior, donde las capitales concentran la mayoría de los habitantes mientras las áreas rurales languidecen.
A comienzos del siglo XX, Uruguay supo implementar políticas poblacionales que fomentaron el crecimiento y la diversidad. Las olas migratorias generadas por la Primera Guerra Mundial, la guerra civil española, la Segunda Guerra Mundial y el período de posguerra contribuyeron al desarrollo económico y cultural del país. Sin embargo, desde entonces, no ha habido un esfuerzo similar para atraer inmigrantes o diseñar estrategias que promuevan un crecimiento poblacional sostenible.
Hoy, las condiciones han cambiado, pero la necesidad persiste. Uruguay debe diseñar una política poblacional que no solo promueva la natalidad, sino que también fomente la inmigración de calidad, con planes que integren a los recién llegados y aprovechen su potencial para revitalizar las regiones menos pobladas del país.
El impacto de la crisis demográfica no se limita a cuestiones económicas, como el financiamiento de las jubilaciones o el mantenimiento del crecimiento. También afecta la soberanía nacional y la identidad de la patria. Un país que no crece demográficamente está condenado a perder peso en el escenario internacional y, peor aún, a depender de otros para sostener su funcionamiento interno.
Por lo tanto, es imperativo que Uruguay tome este tema con la seriedad que merece. El primer paso es instalarlo en la agenda pública y generar un consenso político y social que priorice el diseño de una política poblacional integral. Debiéndose entender, que más que una cuestión de números, se trata del futuro del país y de su capacidad para garantizar el bienestar de sus ciudadanos. La solución no será sencilla ni inmediata, pero el gran motor debe ser el bien de nuestro Uruguay. Este es el momento de actuar, con visión y compromiso, para asegurar un futuro próspero y soberano, alentando las adecuadas y lógicas políticas.
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