Que no me tiren humo en la cara, pero...
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Por Jorge Pignataro
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jpignataro@laprensa.com.uy
Hace días me tiene atento el tema de la anunciada prohibición de fumar en las plazas de Salto. Me interesa leer y escuchar diferentes opiniones. Me atrae el tema, aunque no sé muy bien por qué, por nada en especial seguramente. Pero quiero confesar que la postura que ha hecho pública en diferentes medios el Dr. Ignacio Supparo, abogado salteño, me parece excelente. Concuerdo plenamente, por eso, verá usted en las siguientes líneas que (si ha tenido posibilidad de leer o escuchar a Supparo) manejo muchos de sus mismos conceptos. Dicho esto, entro en tema. Lo digo desde el principio para evitar malos entendidos: a mí no me gusta que nadie me tire humo de cigarro en la cara. Me resulta molesto, invasivo y, para ser sincero, bastante desagradable. Pero no es ese el tema que está realmente en discusión. El asunto de fondo va mucho más allá de si uno tolera o no el humo ajeno: se trata de cómo el Estado decide resolver (o más bien esquivar) los problemas de convivencia en los espacios públicos.
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