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Si creés que hablo de Luis Lacalle (padre o hijo), estás equivocado. Me remonto a un Luis mucho más importante que ellos, lejano en el tiempo, pero capaz de haber implantado una plaga mundial, que llega a nuestros días: el absolutismo. Seguramente ha habido muchos gobernantes absolutistas, antes y después de Luis XIV de Francia, pero ninguno tan terriblemente trascendente como él. No se trata de dar una masa de historia, que no puedo brindar, pero baste recordar que con él se sembró en Francia el germen del gobierno absoluto de una persona, sobre súbditos e instituciones; tan avasallante que generó luego la Revolución Francesa. No refiero a los principios de la misma, sino al baño de sangre que aparejó para sacudir ese dominio opresivo. Fue el llamado “Rey Sol”, a quien se atribuye la frase “El estado soy yo”; quizás nunca pronunciada, pero transmitida al Parlamento en conceptos de rechazo a todo control sobre sus acciones. Símbolo del desprecio sobre los súbditos y todos aquellos que osaran discrepar.

Esa plaga se difundió a través del tiempo y, lo que es peor, se mantiene latente más allá de izquierdas o derechas. La “enfermedad” contagió a gobernantes nacionales, que obstinadamente han cometido acciones despreciativas del pensamiento popular, respetando sólo el propio. El proyecto Neptuno, el pasaporte a Marset, la “compra” de los Hércules, el contrato de las lanchas, todas son muestras nacionales de pensamiento absolutista. El gobierno se creyó dueño del país sin consultar minorías ni organizaciones sociales.

No hay que ir al gobierno nacional pasado en busca de imágenes absolutistas. Las ha habido y las hay en Salto. La distribución “monárquica” de terrenos de dudosa existencia jurídica y mediante trámites impuestos por el “poder absoluto y su corte”, es uno de los tantos casos del pasado inmediato.

La decisión, de desconocidos objetivos, de contraer una millonaria deuda por un fideicomiso, es la más nueva y estridente señal absolutista del gobierno departamental. Tiene derecho Albisu a proponerla, pero en democracia representativa debe haber consulta a los dueños del departamento, no le corresponde al empleado contratado por cinco años, definir porque sí el endeudamiento de varias generaciones.
No estoy en contra: exijo conocer para qué, cuánto, a qué costo. Muy flojita la fundamentación del intendente “ para recuperar el orgullo de los salteños, para hacer lo que comprometí y por lo que me votaron”. Sesenta millones de dólares en Unidades indexadas (que SUBEN TODOS LOS DIAS), son hoy 2.400 millones de pesos o 375 de UI, a fin de año será más, y debe agregarse los intereses, MAS LOS COSTOS DE ADMINISTRACION que nadie conoce, dependientes de los vaivenes financieros en recaudación, pero con obligación de pagar SIEMPRE. Porcentajes dados a la ligera en discurso, son más engaño que información.

No estoy en contra, pero no hay una palabra que me aliente a estar a favor. Exijo información, no me deslumbra la tilinguería de “pagar por el orgullo”.  No tolero el absolutismo. Aunque se adorne con sonrisas y verdades recortadas. El estado de bienestar no se compra: se construye.

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