Repiten como loros…
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Por Mario Kroeff Devincenzi
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mkroeff@laprensa.com.uy

Muchos dirigentes políticos de izquierda, ayer oposición y hoy flamante oficialismo, repiten los relatos y mentiras que castigan a los ajenos y premian a los propios, con tanta liviandad e impunidad que dan ganas de llorar. En sus discursos políticos y en entrevistas mediáticas insisten en la tesis que la victoria del Frente Amplio llegó para recomponer el Estado y recuperar derechos perdidos. ¿De qué hablan? Son solo palabras pretendidamente bonitas pero vacías y engañosas, ¿cuál es el Estado que hay que recomponer? El aparato burocrático y elefantiásico, lleno de regulaciones y funcionarios, despilfarro de dinero que agranda el déficit fiscal, que representa el “costo país”, que nos impide ser competitivos con la producción de bienes y servicios nacionales. ¿A este Estado se refieren los muchachos que repiten como loros consignas panfletarias apenas de barricadas partidarias? ¿A que se refieren concretamente cuando hablan que la izquierda llegó a “recomponer” el Estado? Se refieren a la Restauración del Viejo Orden, si debe ser a eso mismo…
Respecto a los “derechos perdidos” tiene mucho de romántico, pero cero consistencias, es un concepto que como decía el viejo eslogan de los vendedores ambulantes en los ómnibus de Montevideo que “no podía faltar en la cartera de la dama ni en el bolsillo del caballero”. En este tema los muchachos de la barra se deben referir a las certificaciones médicas truchas de los empleados públicos avaladas por COFE, o a la representación de los gremios docentes en los órganos conductores de la Educación, o al derecho a los piquetes obreros, ocupaciones de lugares de trabajo promovidas por el PIT-CNT… claro, seguro que se refieren a estos derechos perdidos que serían recuperados en el período progresista y liderados por el Cid Campeador Juan Castillo.
Otro tema favorito de los interlocutores de la izquierda vernácula es el cuestionamiento de la gestión de Carlos Albisu, el ex presidente de la CTM de Salto Grande, sobre el mal manejo de fondos públicos y el ingreso personas a la empresa binacional. Acá el tema es candente porque Albisu, diputado electo, ahora es candidato a la Intendencia por la Coalición Republicana en mayo próximo.
Yo creo firmemente que el Dr. Carlos Albisu, contrariamente a lo que se pretende condenar, fue uno de los mejores presidentes en la historia de Salto Grande, realizó la gestión más conveniente y adecuada a los intereses de Salto y la Región, distribuyó recursos en obras y asistencia social comunitaria, en efecto ejerció una especie de gobierno paralelo complementario al departamental ejercido por Andrés Lima, pero para bien, mejorar, aportar, las inversiones fueron de todo tipo y calibre, por fin teníamos los salteños una delegación de Salto Grande y sobre todo su presidente interesados y movilizados a favor de los intereses departamentales. No recuerdo situaciones similares en el pasado. Los recursos generados en Salto, con el agua de los altos del Uruguay, no de las cachimbas del Santa Lucia ni el Pantanoso, invirtió como nadie en obras visibles y sentidas, acciones y colaboraciones para el bien de la comunidad. Ahora con el nuevo presidente de la CTM Gonzalo Casaravilla quiero ver que invierta un peso en la ciudad de Salto, lo verán solo en fotos, siquiera.
Acá no hubo irregularidad alguna, solo -y eso puede ser lo cuestionable por algunos- voluntad de hacer las cosas, de invertir en grande, de estar en todos lados y de ayudar a todo el mundo. No hay nada de malo en eso, pero hay mucha envidia, celos políticos, lucha electoral.
Además hablan de ingreso de personal en forma directa y correligionarios. Bueno, en efecto fueron una treintena de personas pero Andrés Lima, la Madre Teresa de Calcuta, colocó cientos de amigos y dirigentes políticos a trabajar en la Intendencia de Salto, y los forzó a militar para su grupo político y candidaturas departamentales y nacionales: más de 500. Pero no, en esto no hay escándalo ni rasgado de vestiduras, pero por los 30 ingresos de Albisu la condena a un anillo del infierno del Dante, pero para Andrés una corona de flores… ¡inaudito!
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