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Ayer, la Junta Departamental de Salto vivió una jornada histórica. Una sesión extraordinaria convocada con un objetivo claro y urgente: votar la autorización para que el Gobierno Departamental acceda a un fideicomiso que permita contar con los recursos económicos indispensables para sacar a Salto del estancamiento profundo en el que quedó sumido tras diez años de gobierno del FA.


No hablamos de una discusión técnica aislada ni de un capricho político. Estamos hablando de darle a Salto una herramienta concreta para salir de una situación paupérrima que se percibe en todos los ámbitos: social, económico, cultural, turístico y de infraestructura. Basta recorrer los barrios, calles, caminería rural o dialogar con comerciantes, trabajadores y emprendedores para comprender que el departamento fue abandonado a su suerte durante una década de mala administración, improvisación y relato.


La sesión de ayer evidenció, una vez más, el contraste entre dos formas de entender la política. Por un lado, los discursos de Ediles del FA, cargados de falsedades, acusaciones infundadas y una sistemática tergiversación de la realidad. Discursos que no buscan construir ni aportar soluciones, sino generar miedo, confusión y enojo. Del otro lado, la responsabilidad institucional de quienes entendemos que gobernar y legislar es asumir decisiones difíciles pensando en el futuro del departamento, no en la conveniencia partidaria inmediata.
A pesar de ese clima enrarecido y de los intentos de embarrar la cancha, se obtuvieron los votos necesarios para aprobar la autorización que permitirá al Gobierno Departamental solicitar el fideicomiso. Esto no fue casualidad. Fue el resultado de una actitud madura y estratégica de la bancada de la CORE, que, más allá de diferencias internas, votó en bloque, sostuvo una línea de discurso pacificadora y conciliadora, y priorizó un objetivo mayor: salvaguardar el respaldo de aquellos Ediles del FA que, con valentía, decidieron acompañar la autorización al endeudamiento.


Debo decirlo con honestidad: no comparto que se permita que el FA despliegue discursos mentirosos y de odio sin recibir una respuesta firme y clara. Sin embargo, doy la derecha a la bancada de la CORE por la actitud asumida en esta sesión. A veces, el silencio estratégico y la templanza también son herramientas políticas cuando lo que está en juego es algo mucho más grande que un cruce discursivo.


Lo que no puede ni debe pasar desapercibido es la conducta exhibida por Ediles del FA, que faltaron el respeto a la figura del Presidente de la Junta, con quien me solidarizo plenamente. Tampoco puede naturalizarse lo ocurrido en la barra, donde votantes de ese partido reaccionaron con insultos y amenazas hacia los Ediles del FA que votaron afirmativamente. Ese comportamiento confirma lo que vengo sosteniendo: no podemos suavizar los discursos para no herir sensibilidades de quienes todavía llevan en su ADN el patoterismo, el despotismo y las ansias de atropellar la democracia, la libertad de discrepar y de actuar en consecuencia.


Por eso insisto, mi discurso del 25 de noviembre, pronunciado en sesión extraordinaria de la Junta, fue oportuno y clave. Allí describí con claridad una conducta y una forma de hacer política que, como quedó demostrado ayer, sigue plenamente vigente en sectores del FA, tanto en su dirigencia como en su militancia.


La sesión de ayer marcó un hito en la historia política de Salto y del país. La CORE no solo actuó en bloque, sino que logró algo que parecía imposible: el apoyo de Ediles del FA que se animaron a discrepar con la decisión de su fuerza política, aun bajo presiones gravísimas, que se tradujeron en amenazas de expulsión, de daño a la integridad física e incluso a la vida de estos Ediles y de sus familias.
Gracias a esta decisión, Salto tendrá la posibilidad real de recuperarse del estado lamentable en que lo dejaron dos períodos de gobierno del FA y del clan Lima. Tendrá la posibilidad de invertir, de mejorar, de crecer y de volver a ponerse de pie.


Como Curul, reafirmo mi compromiso de cumplir con el mandato popular, que fue claro y contundente: Salto quería un cambio. Y ese cambio se construye con responsabilidad, coraje y trabajo constante por Salto y por su gente.

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