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Todos sabemos o por lo menos aprendimos en los primeros años escolares, que el año se divide en cuatro estaciones, que son: primavera, verano, otoño e invierno, con una duración de tres meses cada una. Para los salteños, el verano es caliente, mientras que la primavera la tenemos como la de los colores en los jardines o también la del amor. El otoño con las hojas amarillas y el invierno con lo que es el frío, que se hace sentir con temperaturas en algunos casos bajo cero, para que las heladas pinten de blanco los suelos verdes del pasto. Estas son viejas y conocidas estaciones, que año a año pueden marcar distintos modelos de la temperaturas, de acuerdo a como se comporta el clima, que se divide entre “Niña” o “Niño”. Dependiendo puede resultar más lluvioso o seco, como también con temperaturas más o menos cálidas.

Pero no precisamente queremos hablar de estas viejas estaciones, sino de otras que han sido parte importante de nuestro Departamento, como del país todo. Las viejas estaciones del ferrocarril, esas que fueron parte de muchos poblados que se fueron formando alrededor de la Estación y que hoy el tren ya no es parte del recorrido, que unía a lo largo del recorrido de las vías. En el inicio del Siglo XX, cuando el transporte comenzaba a mostrar las vías del tren que se extendían a lo largo y ancho de nuestro país, para ser uno de los más utilizados, con llegada a los distintos Puertos, para lo que era el transporte de carga. Salto cuenta con lo que era y aún se mantiene la vieja estación, que se ubica en calle Julio Delgado, casi 19 de abril y el Muelle Negro, lugar donde llegaban los vagones de carga o al mismo Puerto, para luego a través de las embarcaciones, salir rumbo al sur a través del Río Uruguay. El movimiento y la realidad eran otras, con esos servicios de transportes que eran los más utilizados. Ni que hablar que de la vieja estación, muchos tomaban el motocar para concurrir al Hipódromo Salteño, para las carreras de turf. O la Estación principal en la Zona Oeste, donde miles de personas esperaban el “nocturno”, para viajar a la capital de nuestro país, recorriendo cada estación, para llegar a la Central en Montevideo. De esos viajes que marcaban otra época y realidades diferentes, pero era un medio de transporte muy utilizado de pasajeros, como también de cargas.

Pero la piqueta fatal del progreso, hizo que las vías fueran quedando olvidadas y ni que hablar de las viejas estaciones, algunas que ya no están al costado de la vía, fueron desapareciendo, mientras que otras perduran con esa elegancia de las cosas viejas, pero que se mantienen, claro que sin el mantenimiento necesario por parte de las autoridades.

Firmes por lo que fue su construcción y mostrando algunas huellas que por ahí en algún momento las vías fueron parte de los sueños, que como todos sabemos, arrancan en alguna estación, para embarcarse en lo que son los desafíos.

De todas maneras, cada vez la miramos más de reojo, como a la vieja máquina que se ubica en el patio trasero del viejo mercado, hoy el Museo del Hombre y la Tecnología, como “La Criollo”, que se mantiene debajo del techo creado para tratar de protegerla, pero sin el mantenimiento de algo que sin duda es un tesoro para Salto todo.

Esa máquina fue armada en los talleres del ferrocarril salteño y recorrió vaya a saber cuantos miles de kilómetros por las vías que unían a las distintas estaciones.

Hoy hasta el tren de cargas ya no lo vemos por esa región, como que se fue perdiendo y las Estaciones ya son parte del recuerdo, con las nuevas generaciones, que seguramente no conocen que en algún momento se contó con ese servicio.

Uno de los últimos intentos, que se montó como un “Gran Circo” y que unión Concordia con llegada a la Estación de Salto, que fue adornada, incluso con algunos arreglos, ya que en el “Tren de los Pueblos Libres, llegaron los entonces Presidentes de Argentina, Cristina Fernández y de Uruguay, José “Pepe” Mujica. La promesa que uniría en su recorrido a las distintas estaciones de la región, pero quedó en ese primer y único viaje, para luego mantenerse las vías cerradas o por lo menos sin utilizarse.

En los últimos años también hubo algún intento y todo quedó en promesas, o por lo menos con intensiones de que las estaciones sigan siendo parte de la historia de nuestro país, pero la realidad muestra que por ahora, cada vez se hace más difícil poder oír el silbato, ese que marcaba que el tren iba llegando o partía rumbo a otra estación.

Las viejas estaciones necesitan de una mirada por parte de las autoridades y sobre todo para ver cual será el mejor destino, para algo que fue parte de nuestra historia, con aquellos ingleses que fueron los que arrancaron con ese sueño de unir desafíos.

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