Desde los años 50, Oscar Bibbó ha dejado su huella en la escena teatral de Salto y más allá. A pesar de haber sido bancario, su verdadera vocación siempre estuvo en las artes escénicas. "Mi vida real fue el teatro", expresó con convicción. Sus inicios se remontan a 1959, cuando junto a un grupo de estudiantes formó el Club de Teatro Salto. “En ese entonces no había televisión, el teatro era la gran fuente de entretenimiento”, recuerdó. En medio de las inundaciones de aquel año, los jóvenes artistas unieron fuerzas para levantar escenarios, recitar poemas y dar vida a personajes de obras inglesas y norteamericanas.

La pasión por el teatro iba más allá de actuar. El grupo se encargaba también de diseñar escenografías complejas, para las que encargaban materiales a Montevideo y financiaban mediante préstamos bancarios. “Trabajábamos en equipo, pintábamos las paredes del escenario y pagábamos con las entradas de las funciones”, detalló con nostalgia. Con el tiempo, lo que empezó como una aventura juvenil se convirtió en una carrera de por vida. "Nunca dejamos el teatro".

La enseñanza como legado

Tras años de actuar y dirigir, Bibbó encontró en la docencia una nueva vocación. Sin títulos formales pero con una vasta experiencia, enseñó teatro a niños, jóvenes y adultos. A través de talleres y cursos en Uruguay, Argentina, Chile y Perú, formó generaciones de actores. Con orgullo mencionó que, hace poco, realizó un recuento de sus alumnos: “Más de 500 personas han pasado por mis clases”. Entre sus discípulos destacan nombres como Nico Invernizzi, hoy actor en Europa, y Alicia Cano, reconocida cineasta. "Verlos triunfar es una satisfacción enorme". Durante los años más prolíficos, su grupo teatral llegó a contar con 50 integrantes. “Fue un tiempo maravilloso”, recuerdó. Muchos de sus estudiantes continuaron sus carreras en Montevideo o en el extranjero, llevando con ellos la impronta del teatro salteño. “Es lindo saber que uno puso una semilla en ese camino”.

El reconocimiento internacional

Aunque los primeros años fueron difíciles, los esfuerzos de Bibbó comenzaron a ser reconocidos en el ámbito internacional a partir de 2002, cuando su grupo fue invitado a un festival en Perú. A partir de allí, las invitaciones no pararon: Chile, Arequipa, Iquique y otras ciudades de la región se convirtieron en paradas habituales en su calendario. “Viajamos días enteros en ómnibus para llegar a esos festivales”. La experiencia de compartir con teatristas de diferentes culturas fue uno de los mayores logros de su carrera.

"El teatro no siempre es valorado en su momento, pero con el tiempo llega el reconocimiento". A sus 65 años de carrera, reconoció que ha aprendido tanto como ha enseñado. Una de sus experiencias más memorables fue en Montevideo, donde participó en la obra "Ivánov" de Chéjov bajo la dirección de un prestigioso director ruso. “Allí aprendí a fondo el método Stanislavski y tuve el honor de trabajar codo a codo con los profesionales más destacados del teatro uruguayo”.

El "Lazarillo de Tormes" rumbo a Chile

Actualmente, Oscar Bibbó está preparando una nueva presentación de "El Lazarillo de Tormes", un monólogo que le ha dado grandes satisfacciones a lo largo de su carrera. La obra es un verdadero desafío, ya que durante una hora él interpreta a una decena de personajes sin abandonar el escenario. "A mi edad, el cuerpo ya no responde igual, pero seguimos adelante porque el amor por el teatro no se apaga", afirmó con determinación.

La obra se presentará el próximo 8 de noviembre en el Teatro Larrañaga en Salto, como una función especial para estudiantes de secundaria, magisterio y la universidad. La recaudación se destinará a cubrir los pasajes para el viaje a Chile, donde participará nuevamente en el prestigioso festival de Chillán. Esta será la quinta vez que el grupo de Bibbó se presenta en este evento, considerado uno de los más importantes de la región.

"El festival es una experiencia única", comentó emocionado. Durante siete días, un antiguo liceo se transforma en la Villa del Teatro, donde más de 200 artistas conviven e intercambian conocimientos. Para Bibbó, estos encuentros representan la esencia del teatro: la colaboración y la constante búsqueda de nuevas formas de expresión.

Una conexión viva con el público

Más allá de los festivales y las giras, para Bibbó lo más importante sigue siendo la conexión con el público. "Cada vez que se levanta el telón, siento los mismos nervios que el primer día"; pero una vez en escena, todo cambia. "Es maravilloso ver cómo la obra atrapa al público, especialmente a los jóvenes que muchas veces ven teatro por primera vez". La obra del Lazarillo, incluida en los programas educativos, ha permitido que estudiantes descubran su amor por el teatro.

Bibbó valoró especialmente el contacto directo con los espectadores: “Diálogo con el público durante la obra, y eso genera un ida y vuelta muy lindo”. Esta interacción, aseguró, que mantiene viva la magia del teatro, incluso después de tantos años.

El futuro: dirigir y seguir creando

Consideró que esta podría ser una de sus últimas actuaciones como actor, Bibbó no planea retirarse del todo. "Voy a seguir dirigiendo. La idea es no aflojar". A pesar de los desafíos físicos, su pasión por el teatro sigue intacta. "Uno se pone más lento, pero el entusiasmo sigue ahí".

Bibbó agradeció el apoyo de sus colegas y del público, que ha sido fundamental para mantener viva su carrera. “Es importante saber que uno no está solo en esta aventura”, "Después del viaje a Chile, les contaré todo", prometió que aún tiene muchas historias por vivir y compartir.

El teatro como legado inmortal

La trayectoria de Oscar Bibbó es un testimonio de entrega y pasión por el arte. A través de sus actuaciones, su labor docente y sus participaciones en festivales internacionales, ha dejado una marca imborrable en el teatro uruguayo. Su historia nos recuerda que el teatro no es solo un oficio, sino una forma de vida. Y aunque el cuerpo pueda pedir descanso, la vocación sigue latiendo con la misma fuerza de siempre.