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Adriana Echeverriborda, psicóloga y psicoterapeuta de reconocida trayectoria, abrió su corazón y su pensamiento en una entrevista en LA PRENSA Streaming. Con una carrera de más de 37 años y una vocación descubierta desde muy joven, Adriana nos conduce a través de sus experiencias, sus descubrimientos y su pasión por comprender al ser humano en todas sus dimensiones; desde la vida, la muerte, el duelo, y la vocación de ayudar a otros desde una mirada humana y abierta. “Frente a nosotros siempre hay un ser único, con un alma que sentir”, afirmó con la calidez y la profundidad que la caracterizan.

De los primeros pasos a una vocación nacida en la niñez

Adriana recordó que fue a los 8 años, al leer sobre una psicóloga en una revista, cuando se despertó en ella el deseo de dedicarse a entender y ayudar a las personas. “Yo no tenía televisión en casa, pero mi papá leía mucho, y yo, entre esas revistas, descubrí algo que me atrajo profundamente. Le pregunté a mi madre qué hacía una psicóloga, y desde entonces supe que eso quería ser”, relató Adriana.

Con audacia, se trasladó a Montevideo a los 17 años para estudiar Psicología, y a los 21 ya estaba graduada. A lo largo de su carrera, Adriana ha pasado por diferentes enfoques y especializaciones, desde el psicoanálisis hasta la terapia gestáltica y las flores de Bach, nutriendo su práctica de una apertura y flexibilidad que ha marcado su forma de ejercer.

El viaje del aprendizaje en la psicoterapia

Una de las lecciones que Adriana enfatizó es la importancia de no “casarse” con ninguna teoría psicológica. “Hay que nutrirse de todas las teorías, pero también recordar que el ser humano es amplio y complejo. Ninguna teoría puede abarcarlo completamente”; defendiendo la idea de que el terapeuta debe adaptarse a la singularidad de cada paciente. Esta flexibilidad le permite utilizar herramientas de distintos enfoques para responder a las necesidades individuales de quienes acuden a su consulta.

Adriana destacó que, a diferencia de la psicología, la psicoterapia es una formación adicional que exige tanto conocimiento como autoconocimiento. “Para ser buen psicoterapeuta, primero hay que haber pasado por el propio proceso terapéutico. Es una experiencia indispensable porque nos permite enfrentarnos a nosotros mismos y entendernos como personas, además de como profesionales”.

Una sociedad marcada por los miedos y el diagnóstico fácil

Adriana reflexionó sobre cómo la sociedad actual ha facilitado el acceso a información psicológica y, con ello, ha promovido una tendencia al autodiagnóstico. “La gente habla de ataques de pánico y se auto diagnostica sin entender lo que significa realmente. La sociedad ha tomado estos términos, pero muchas veces se utilizan sin fundamento, y algunas personas incluso tienden a adherirse inconscientemente a estos diagnósticos”.

Esta tendencia, aunque pueda ser beneficiosa para dar visibilidad a temas de salud mental, también puede ser riesgosa. “Es crucial que estos temas sean abordados con seriedad y con un conocimiento profesional, porque los síntomas pueden enmascarar otros aspectos de la identidad de una persona, y hay que desentrañarlos con cuidado”.

El duelo, el apego y la aceptación de la muerte

También habló sobre el proceso de duelo. Explicó que, aunque todos los duelos son difíciles, el más devastador es la pérdida de un hijo. “Es el duelo más fuerte porque desafía el orden natural de la vida. No hay tiempos definidos, no es un proceso lineal, y es completamente único para cada persona”.

La psicóloga abordó la importancia del desapego, un concepto que considera esencial para vivir una vida plena y en paz. “Nos aferramos a lugares, personas y hasta ideas porque tenemos miedo de soltar, pero en el fondo, este apego solo nos limita. Practicar el desapego es una forma de liberarse, de permitir que otros sigan su camino, como sucede cuando los hijos crecen y dejan el hogar. Ayudar a nuestros hijos a volar es el mayor acto de amor que podemos ofrecerles”.

Sobre la muerte, Echeverriborda destacó que, en lugar de verla como un final trágico, la percibe como una continuación. “Morir es el último viaje, y yo quiero estar bien consciente de él, quiero sentir cómo me voy. Saber que vamos a morir nos da una perspectiva única para vivir la vida de forma consciente y auténtica”.

La psicoterapia como camino de autoconocimiento

Adriana ve la psicoterapia como una herramienta poderosa para el autoconocimiento. Uno de sus principios es que “lo que uno aconseja a sus pacientes debe aplicarlo en su propia vida”. Para Adriana, cada paciente es un maestro, y a través de ellos ha descubierto nuevas perspectivas y enfoques que le han ayudado a evolucionar en su propia vida.

Entre sus experiencias terapéuticas, destacó su incursión en las flores de Bach. “Una colega menospreció este método, pero en lugar de rechazarlo, investigué. Hice un curso y descubrí su valor terapéutico. Esto me enseñó que uno debe mantener una mente abierta a lo desconocido, porque muchas veces allí se encuentran herramientas valiosas para el bienestar”.

Rompiendo paradigmas y enfrentando prejuicios

La psicóloga compartió cómo fue rompiendo con sus propios prejuicios a lo largo de los años. Adriana recuerdó que, inicialmente, se mostraba escéptica frente a temas espirituales, influenciada por su formación clásica en psicología. Sin embargo, tras la muerte de su padre, empezó a abrirse a explorar estos temas y a cuestionar sus propias creencias. “Mi padre era un hombre curioso, que creía en cosas que en ese momento yo consideraba imposibles. Pero después de su muerte, decidí investigar y permitirme la posibilidad de una espiritualidad más abierta”.

Este proceso también la llevó a cuestionar ciertos límites de la psicoterapia tradicional, adoptando una postura más humanista y flexible. Así fue como Adriana incorporó la psicología gestáltica y otras corrientes en su práctica, alejándose de los rígidos esquemas de sus inicios.

Una perspectiva integral de la vida

Reflexionó sobre cómo los avances científicos han resaltado la interconexión entre todos los seres humanos y el universo. Mencionó las palabras de Carl Sagan sobre cómo todos somos “polvo de estrellas”; “Es impresionante pensar que somos un diminuto punto azul en la vastedad del cosmos. Esto nos recuerda la importancia de vivir con humildad y respeto hacia los demás”.

Hizo alusión a cómo el conocimiento ancestral, como el calendario maya, nos aporta una sabiduría que puede ayudarnos a comprender la vida y nuestra conexión con el universo. En este sentido, Adriana ve la vida como un ciclo en el que cada etapa tiene su propósito, y cada experiencia aporta un aprendizaje valioso.

El verdadero sentido de la vida: aprender a vivir y a soltar

Adriana para finalizar concluyó con una poderosa reflexión sobre la vida y el aprendizaje. Para ella, la clave de una vida plena es “vivir conscientes de que vamos a morir”. Esta aceptación, lejos de ser angustiante, es liberadora, pues nos permite aprovechar cada momento con un sentido de propósito. “La muerte no es el opuesto de la vida, sino su continuidad. Vivir con conciencia de la muerte nos invita a vivir con mayor profundidad y significado”. Además con una visión abierta y empática, continúa inspirando a nuevas generaciones de psicólogos y a todos aquellos que buscan una vida plena y auténtica.

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