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Se ha instalado, en ciertos sectores del FA y sobre todo en el MPP, un fanatismo que llega a límites insólitos. La reciente entrega del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, por su lucha pacífica y firme por la democracia en Venezuela, despertó reacciones tan absurdas como la de sugerir que Tabaré Vázquez o José Mujica pudieron haber merecido tal distinción. 

Conviene recordar que Machado enfrenta a una dictadura cruel, que reprime a la oposición, encarcela ciudadanos y ha provocado el mayor éxodo migratorio de América Latina. Su mérito es enorme y tangible: dar voz y esperanza a un pueblo castigado por el chavismo y el madurismo. Comparar esa gesta con la trayectoria de nuestros expresidentes es, por lo menos, desproporcionado. Mujica, más allá de su estilo pintoresco, fue un actor que en el pasado conspiró contra la democracia. Vázquez, si bien tuvo aciertos en materia de salud y políticas sociales, en su momento, tuvo interesadas relaciones con la dictadura y tampoco supo enfrentar con firmeza la corrupción dentro de su administración. Otorgar un Nobel de la Paz exige una vida de sacrificios y acciones concretas en defensa de la libertad y la convivencia. Pocos políticos uruguayos de la historia reciente, al menos hasta hoy, ha alcanzado semejante altura. Ciudadano

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