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La indignación y la desesperación llevaron a Maximiliano Mendieta a alzar su voz ante los medios locales para denunciar lo que califica como una “situación inhumana”. Desde principios de mes, este vecino ha solicitado el servicio de barométrica necesario para vaciar un pozo séptico colapsado sin obtener respuesta efectiva por parte de las autoridades encargadas.

Según su testimonio, Mendieta realizó el pedido a comienzos del mes y se le informó que la espera sería de 72 horas. Sin embargo, pasados varios días, y tras reiterados reclamos presenciales, la asistencia nunca llegó. Lo que comenzó como una demora terminó por convertirse en una cadena de excusas: que el chofer no vino, que hay muchos pedidos pendientes, que debe dirigirse a hablar con otro funcionario… y así sucesivamente.

La situación es particularmente crítica, dado que en su domicilio vive una persona con discapacidad. “Tengo miedo de que pise donde se desbordó el pozo y se me ahogue ahí”, declaró. “Es una responsabilidad que me sobrepasa. Y encima te hacen ir y venir, perder horas y después ni aparecen.”

El caso ilustra un problema más profundo: el deterioro del acceso a servicios básicos en ciertas zonas, incluso a escasa distancia del centro urbano. Mendieta recalca que vive a apenas 3 kilómetros del centro, pero que lo tratan como si estuviera “en la Colonia 18 o en barrio Andresito”. A esto se suma una sensación de discriminación por su ocupación: “No sé si lo hacen a propósito porque saben que trabajo de cuidacoches.”

Desde la Intendencia, las respuestas han sido evasivas. “Todos se lavan las manos”. “Te mandan de uno a otro y no hay una autoridad clara que dé soluciones.”

Lo más alarmante es que se trata de un servicio por el cual el ciudadano ya ha pagado. “Estoy pagando para que me vayan a secar el pozo. No es un favor, es un derecho”.

Este caso pone en evidencia no solo la ineficiencia burocrática, sino también la falta de empatía institucional ante situaciones urgentes que afectan la dignidad y la salud de los ciudadanos. Mientras tanto, Maximiliano sigue esperando, entre barro y promesas vacías, una solución que no llega.

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