
La vigente enseñanza de Gustavo Zerbino /
“Dejar de quejarse y dignificar la vida”
Días pasados, en el Aula Magna de la Regional Norte de la Universidad de la República en Salto, se presentó Gustavo Zerbino, uno de los sobrevivientes de la tragedia de Los Andes, presentado por el Colegio Los Robles. Su testimonio, cargado de crudeza y al mismo tiempo de esperanza, dejó una enseñanza central: en la vida no hay espacio para la queja, porque quejarse no resuelve nada y solo arruina el ánimo colectivo.
Prohibido quejarse
Zerbino recordó que, en medio de la montaña, tras la caída del avión de la Fuerza Aerea Uruguaya en 1972, la consigna era clara: estaba prohibido quejarse. “Todos teníamos hambre, frío, sed, y todos extrañábamos a nuestra familia. Pero el que se quejaba, destruía lo poco que quedaba de ánimo. Nos arruinaba”, relató. Ese mensaje lo trasladó a la vida cotidiana. “El que se queja en la vida es un problema, porque contagia negatividad. Hay que aceptar lo que toca vivir y dignificar la vida, siendo felices a pesar de las adversidades”.
Vivir con pasión y sentimiento
Durante la charla, Zerbino también subrayó que las cosas importantes en la vida solo salen bien cuando se hacen con pasión, emoción y corazón. Para ilustrarlo, citó el ejemplo de Diego Forlán, quien de niño quería ser tenista y practicó una y otra vez frente a una pared, entrenando su pierna izquierda. Esa perseverancia lo convirtió en uno de los mejores delanteros del mundo, demostrando que la disciplina y la pasión pueden transformar cualquier obstáculo.
Fe, unión y trabajo en equipo
Otro aspecto central de su relato fue la fe. Recordó cómo las congelantes noches en la cordillera se sobrellevaban rezando, cantando el Ave María y manteniéndose despiertos, porque quien se dormía corría riesgo de no despertar nunca más. La espiritualidad y la confianza en que lograrían salir con vida fueron un motor que les dio fuerzas para resistir. Del mismo modo, destacó la importancia del trabajo en equipo. En la montaña, la supervivencia no dependía de un individuo aislado, sino de la unión del grupo, de la capacidad de apoyarse mutuamente y de entender que cada acción individual influía en el destino de todos.
Una lección vigente
Zerbino cerró su exposición con un mensaje directo: “Dejen de llorar por lo que falta, por lo que se perdió. La vida se dignifica viviendo con alegría, agradeciendo lo que se tiene y enfrentando lo que toca”. Su testimonio, más de 50 años después de aquella tragedia, sigue siendo un llamado a dejar de lado las excusas y los lamentos, y a asumir la vida con coraje, gratitud y compromiso. Una enseñanza que, más allá de lo vivido en la cordillera, sigue teniendo una vigencia absoluta en la sociedad actual.
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