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Desde la sala de streaming de La Prensa, Luis Enrique Marziotte, reconocido practicante de judo y autor de un libro sobre esta disciplina, compartió con nosotros los recuerdos y las enseñanzas de una vida dedicada al judo. Su amor por esta práctica nació de manera espontánea, cuando, siendo niño, pasaba con su padre frente a la Academia Salteña de Judo. “Yo tendría siete, ocho o nueve años, y cada vez que pasábamos, le decía a mi padre que quería aprender judo”, recordó Luis.

Sin embargo, no pudo iniciar su camino en ese momento. La tristeza lo invadió al descubrir que la academia había cerrado antes de que pudiera inscribirse. No fue hasta años después, a los 14, que finalmente pudo comenzar su travesía en el judo, al encontrarse con un profesor que le dio las primeras instrucciones para iniciar su entrenamiento.

Luis comenzó practicando con lonas improvisadas y con el apoyo incondicional de su madre, quien confeccionó su primer judogi. Así nació una relación que lo acompañaría por el resto de su vida. Incluso durante sus años como viajante de comercio, nunca dejó de llevar su judogi en el auto, listo para practicar en cualquier lugar del país. “En Paysandú, Rivera, Mercedes… donde fuera, siempre encontraba una academia donde entrenar y hacer amigos”.

Una filosofía de vida basada en valores universales

Para Luis Enrique Marziotte, el judo va más allá del deporte. Se trata de un estilo de vida, una filosofía fundada en principios éticos y valores universales. Creado por Jigoro Kano en 1882, el judo no solo se centra en la técnica, sino también en el desarrollo personal.

“La palabra judo proviene del japonés: ju significa flexible, y do es camino. Literalmente, es el camino flexible”, explicó. Este enfoque va más allá de los movimientos en el tatami, promoviendo el crecimiento humano. Jigoro Kano lo denominó “el pequeño judo” y “el gran judo”. El pequeño judo se refiere a la técnica; el gran judo, al cambio interno y la transformación en mejores personas.

Uno de los principios fundamentales que más ha marcado a Luis es Shiitake Oei, que significa "amistad y mutua prosperidad". “En el judo, progresamos juntos. Es imposible mejorar si no ayudas a tu compañero a crecer también. Es un deporte de contacto, pero sin agresión, basado en la cooperación y el respeto mutuo,” señala.

Este espíritu colaborativo convierte al judo en una herramienta poderosa no solo para el desarrollo físico, sino también emocional y social. “El judo enseña valores esenciales, como la disciplina, la perseverancia y el respeto, valores que todos deberíamos practicar en nuestra vida diaria,” afirmó Marziotte.

El legado de Máximo Rossi y la historia del judo en Uruguay

Luis Enrique Marziotte también se dedica a preservar la memoria y el legado del profesor Máximo Rossi, pionero del judo en Salto y una de las figuras más importantes en la historia de esta disciplina en Uruguay. Rossi descubrió el judo de manera peculiar: viendo la película Sangre sobre el Sol, protagonizada por James Cagney, quien era cinturón negro. Fascinado, buscó aprender el arte marcial con familias japonesas en Concordia, Argentina, y más tarde comenzó a enseñarlo en Salto.

Luis, uno de los pocos alumnos de Rossi que alcanzó el cinturón negro, se siente llamado a documentar esta historia. “Lo que no se documenta se pierde,” asegura, subrayando la importancia de su libro como testimonio del desarrollo del judo en Uruguay.

El judo tuvo dos núcleos principales de desarrollo en el país: Salto, bajo la guía de Rossi, y Montevideo, donde profesores extranjeros como Pablo Leopold y George London enseñaron el judo del Kodokan, el sistema establecido por Jigoro Kano. Estas raíces paralelas ayudaron a consolidar la práctica y la filosofía del judo en Uruguay.

“Salto puede considerarse la cuna del judo en Uruguay,” afirmó Marziotte, destacando la labor pionera de Rossi, quien formó academias y difundió el deporte a través de exhibiciones y competencias.

El impacto del judo en las nuevas generaciones

Uno de los aspectos que más entusiasma a Luis es cómo el judo sigue impactando a las nuevas generaciones. Explicó que el enfoque en los niños se ha transformado significativamente en los últimos años. Inspirados en modelos europeos y japoneses, los niños menores de 13 años no compiten de manera formal. En su lugar, participan en encuentros lúdicos, donde el énfasis está en aprender y disfrutar.

“El judo para niños es completamente lúdico. Juegan, aprenden caídas, tomas y desequilibrios, todo como un juego,” explica Luis. Este enfoque permite que los niños desarrollen habilidades físicas y sociales sin la presión de competir.

Luis también destaca cómo esta filosofía ha influido en otros deportes. “Los franceses demostraron que eliminar la presión competitiva en la niñez mejora el rendimiento a largo plazo. Japón adoptó este enfoque, y ahora se está extendiendo a otros deportes”.

El judo como un regalo para toda la vida

Luis Enrique dejó un mensaje claro “Llevar a los niños a practicar judo es un regalo que los padres pueden hacerles, un regalo que les quedará para toda la vida.” Para él, el judo no solo enseña técnicas, sino valores esenciales para formar ciudadanos responsables y empáticos.

En Salto, bajo la dirección del profesor Ramón Presentado, las academias locales ofrecen una enseñanza de excelencia para todas las edades. “Me hubiera encantado tener una academia como la que tenemos hoy cuando era niño”. En un mundo donde los niños pasan cada vez más tiempo frente a pantallas, Luis ve en el judo una oportunidad para promover el contacto físico sano, la colaboración y el trabajo en equipo. “El judo fomenta la actividad física de manera divertida y segura, ayudando a los niños a desarrollar disciplina y respeto desde temprana edad”.

Preservando el legado

Marziotte es un apasionado del judo, un arte marcial que define como su camino en la vida. Su libro, que recopila historias y reflexiones sobre esta disciplina, no solo preserva la memoria de figuras clave como Máximo Rossi, sino que también inspira a nuevas generaciones a descubrir el judo como una herramienta de transformación personal. Con humildad y entusiasmo, Luis sigue siendo un embajador de los valores del judo. Un deporte que, más allá de las técnicas, nos enseña a ser mejores personas y a caminar juntos hacia una vida de respeto y colaboración.

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