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En noviembre próximo el Parlamento Europeo deberá decidir sobre la moción de la Comisión Europea destinada a posponer por un año la aplicación de la ley antiforestación, la polémica EUDR que tuvo en vilo a compradores y vendedores de todo el planeta durante muchos meses. La oposición al EUDR por parte de países como Alemania y Suecia tuvo sus efectos. La presión de las empresas del Viejo Continente y de los socios comerciales del bloque europeo fue acorralando a quienes ostentan el Poder Ejecutivo y la iniciativa legislativa.

Por caso, una gran empresa belga que utiliza cacao en sus preparaciones presionó aduciendo que no estaba preparada para atender estas demandas. Está vinculada con corporaciones internacionales a las que asiste con sus productos. La compañía festejó el aplazamiento, pero dejó constancia de que siguen preocupados por cómo funcionarán los nuevos procesos de certificación y su cumplimiento una vez que entre en vigor la normativa. Hay muchos cabos sueltos.

Sin muchas salidas a la vista, la Comisión no tuvo otra que proponer la suspensión de la entrada en vigencia de la norma, que estaba prevista para el último día hábil de 2024. La EUDR obliga a recopilar información sobre cantidad, geolocalización, legalidad y deforestación, entre otras cosas. El Reglamento incluye la creación de un sistema de evaluación comparativa, que asigna un nivel de riesgo relacionado con la deforestación y la degradación forestal (bajo, estándar o alto) para los Estados miembro de la UE y a terceros países. La regulación tiene como objetivo restringir la entrada de productos en el mercado de la UE a menos que se cumplan con los estándares de sostenibilidad fijados, claro, de manera unilateral.

El EUDR habría requerido que las empresas europeas que importen soja, carne vacuna, cacao, café, aceite de palma, madera, caucho y otros productos relacionados demuestren que sus cadenas de suministro no contribuyen a la destrucción de los bosques del mundo, o se enfrentarían a fuertes multas. Eso las obligaba a mapear digitalmente sus cadenas de suministro hasta la parcela donde se generaron sus materias primas, incluso en establecimientos ubicados en regiones rurales remotas. Por cierto, extremadamente complejo y un certificado de defunción para los pequeños productores del planeta.

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