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Este viernes se cumplieron 150 años del nacimiento de Florencio Sánchez (17/1/1875 - 7/11/1910). Una buena ocasión para razonar que hay momentos, en los que, cuando se piensa en dramaturgos uruguayos, parece que no hubiera otros más que él. Florencio murió muy joven, eso lo condenó, porque no tuvo tiempo por ejemplo, de sumar la calidad que seguro fue a buscar a Europa. Lo condenó el destino, murió con solo 35 años; no llegó a concretar más que un pequeño puñado de obras de buen nivel, aunque escribió mucho más, sin éxito. Vale agregar que ni esas que se destacan (En familia, Barranca abajo…) y menos aún las de inferior nivel, han logrado una verdadera trascendencia, aunque en Uruguay abunde su nombre dado a calles y haya monumentos, etc. 

Más de un motivo habrá, pero lo cierto es que a medida que pasa el tiempo, más se diluye su obra, no se reedita, casi no se representa (a no ser algún grupo uruguayo muy de vez en cuando): hoy Florencio Sánchez es más un mito que el nombre de un buen escritor. Tenía muy buenas condiciones, el tiempo no le permitió desarrollarlas. “No es una figura de primera magnitud en el género dramático -dijo alguna vez el profesor José Luis Guarino- si bien pasó por su momento de gloria y euforia en la región rioplatense, en los últimos años de su vida y unos cuantos después de su muerte…”.

 ¿Y si empezamos a descubrir otros?

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