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El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” (de primera y segunda parte publicadas respectivamente en 1605 y 1615), la más famosa creación de Miguel de Cervantes (1547-1616), puede parecer, en una primera y rápida impresión, una novela sencilla. Sucede que su argumento es de gran sencillez: un humilde hidalgo, de tanto leer novelas de caballería, enloquece y sustituye la "realidad real" por la que le brindan las novelas que tanto lee, es decir, borra las fronteras entre de lo real y lo ficticio. Así, llega al punto de creerse un caballero andante y (dejando de ser Quijano para ser Don Quijote) sale en busca de aventuras. Sin embargo, tras esa aparente sencillez, hay un sinfín de temas, entre los que incluso podrían enumerarse varios propios de la Teoría Literaria: la cuestión autoral, el sistema de múltiples narradores, diferentes niveles de ficción y realidad, la incursión en lo fantástico y mucho más.

Los 420 años...


En 2005, cuando cumplió 400 años, el mundo celebró al Quijote de diferentes maneras. La más importante quizás fue la publicación de una edición homenaje, volumen de 1.250 páginas, donde se incluyen estudios de escritores y filólogos como Mario Vargas Llosa, Francisco Ayala, Martín de Riquer, entre otros. Hay quienes dicen que en ese momento, más personas lo leyeron. Pero nos queda igualmente la sensación de que son cada vez menos sus lectores.


Y el peso de la cruz 


Tan popular es, que hasta se dice que es "un Quijote" aquel que sueña, que se arriesga a grandes hazañas aunque lo tilden de loco...Y sin embargo, ¿quién lo lee hoy? Tan popular es, que hasta abundan quienes utilizan el sustantivo "Quijotada" de forma recurrente...Y sin embargo, ¿quién lo lee hoy? Pero una lectura completa, los más de cien capítulos. No partes sueltas para después citar en charlas y publicaciones de redes sociales, y así presumir vaya uno a saber qué.

Hoy, al cumplir sus 420 años, esta, la novela por excelencia de la lengua española, parece evidente que carga con el peso de no encontrar lectores. Esa es su cruz. No hablamos de excepciones claro, hablamos en general. Y lo general es que se siente atacado por varias fuerzas con las que arremete el ser humano de hoy: el poco apego a los libros, el escaso tiempo que dedica a leer, el avance abrumador de las pantallas (que si bien pueden ofrecer una novela o un poema, es casi inevitable que también desvíen la atención hacia otros rumbos, sin entrar a cuestionar las diferencias entre la lectura en papel y la digital), la casi nula disposición a concentrarse en una lectura que lleve más de unos minutos y más aún si se trata de páginas que por momentos requieren algún esfuerzo de razonamiento…

Pobre Cervantes


Ahora bien, ¿dónde podría encontrar Don Quijote un ambiente ideal para recibir nuevos lectores? En las clases de Literatura por supuesto. Pero no, eso no está ocurriendo. Hace unos años era una obra de análisis obligatorio en el programa de 4to año. liceal. Después pasó al de 5to. (de cualquier orientación). Actualmente, si bien sigue figurando en el plan de estudios de 5to., es tanta la libertad que tienen los docentes para elegir las obras a tratar, que muchísimos ni siquiera la mencionan. Y algunos prefieren en su lugar, trabajar a escritores contemporáneos, que andan acá entre nosotros (no hace falta decir que muy inferiores a Cervantes, ¿verdad?), lo que hasta en algún caso podría levantar la sospecha de algún negocio oculto para vender tal o cual libro. Allá ellos… y el daño que, a nuestro entender, hacen al privar a los jóvenes de ese conocimiento y disfrute. Parece que no hubieran nunca comprendido la importancia y valor de un clásico. Como sea, el hecho es que Quijote se ve cada vez más postergado, menos conocido, pese a que todos lo sigan nombrando. Pensar que alguna vez, escuché decir: qué pena que en liceo se lea solo el Quijote, siendo que Cervantes tiene tantas otras obras. Ahora nada. Pobre Cervantes.


No sería bueno concluir esta nota con una visión pesimista de las cosas, aunque créame, estimado lector, que hasta acá me fue imposible no caer en ese tono. Pero prefiero terminar con esperanza. Termino con la esperanza que haya un viento que cambie este panorama. Tiene que ser un viento fuerte, tal vez como aquel de los molinos del capítulo VIII, que nos haga entender, parafraseando a Borges, que no es posible que sigamos privándonos del placer de leer a Don Quijote.

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