Literatura salteña /
No se olviden de Rondán Martínez
Muchas veces, cuando nos detenemos a pensar en las grandes figuras de la literatura salteña, comprobamos que es común que se repita casi de memoria: Quiroga, Amorim, Marosa…Víctor Lima tal vez (aunque más asociado al canto), y muy poco o nada más. Es una pena, porque sentimos que esa repetición casi automática, hace que otros muy buenos valores se vean eclipsados. A unos cuantos de esos muy buenos escritores, directamente no se los conoce.
Es el caso que nos ocupa hoy: el poeta José María Rondán Martínez (Salto, 12 de enero de 1933 - Canelones, 27 de abril de 2000). Hace poco, vimos que una persona escribió en redes sociales: “Pensar que la letra de la canción El Taipero, hermosa canción que canta Zitarrosa, la escribió un salteño y yo no sabía…”. Sí, claro, esa letra es de Rondán y tiene mucho, pero mucho más escrito y desconocido.
Cuando uno recorre el libro “Literatura de Salto”, antología preparada por Leonardo Garet, publicado en 1990, este autor no figura. Y conste que hablamos de un libro de Garet, el mayor estudioso de la literatura de Salto, como lo demostró especialmente con la Colección Escritores Salteños, nada menos que 20 tomos publicados entre los años 2003 y 2010. La colección no deja de ser brillante, lo que sucede es que a Rondán Martínez no se lo conocía. Es más, el propio Garet es quien hace su descubrimiento varios años después, y quien lo rescata: primero con un homenaje realizado en 2014 en Casa Quiroga (en ese momento era Garet el Director de Cultura de la Intendencia y tras ese homenaje, al que asistieron familiares del poeta llegados especialmente a Salto, quedó un cuadro con la foto de Rondán Martínez en la Sala de Escritores Salteños); luego con la publicación del libro “El corazón del trigo”, publicado en el año 2021.
Obra completa
“El corazón del trigo” es un volumen en el que además de comentarios a las obras, Garet ofrece reunidos todo lo que pudo hallarse de Rondán Martínez, lo édito y lo inédito. La poesía de este “salteño casi desconocido” es clara, sencilla, y al mismo tiempo sugerente. Es por momentos sutilmente descriptiva, por ejemplo cuando habla de Salto, sus otoños y de algunos barrios en particular:
“...pues todo es hermoso en Salto,
y más ahora en otoño
que se perfuma el naranjo
con olor de fruta fresca,
delicia para los pájaros…”.
Y es profunda y hasta desgarradora cuando, por ejemplo, se analiza a sí mismo durante su estadía voluntaria en el Hospital Vilardebó, que fuera durante algún tiempo su casa mientras lo trataban por alcoholismo:
DOMINGOS con visitas
apresuradas, tiernas, bondadosas,
acariciando el pómulo, inquiriendo por nuestras
soledades
corno si niños fuéramos.
Quieren tocar el corazón, sentirlo
para saber si late como siempre
y nos miran muy hondo
haciéndonos llorar.
Después se van de a poco
dejando sus olores familiares
sus dedos temblorosos
el eco de sus voces
el recuerdo habitual y compartido.
Casi como un dolor
el ruido de sus pasos nos aflige
sembrándonos tristezas,
melancolía de atardeceres pueblerinos,
el beso de los niños,
la cuchara y el plato de la cena.
Y nos quedamos solos
mirando más allá de la llovizna
este domingo gris
setiembre 15 ...
Esta nota, que seguramente es la primera de otras en las que volvamos con el mismo autor, no pretende más que luchar a favor de la revalorización y contra el olvido, de un gran poeta salteño que merece ser leído siempre. Es una invitación a leerlo; vale la pena; y seguro después, habrá un nombre más para agregar a la lista que solemos repetir de memoria, automáticamente, cuando pensamos en muy buenos escritores nacidos en Salto.