
De la Escuela 64 a los Juegos Olímpicos /
Mónica Falcioni: Una vida entre saltos, sueños y abanderada
La atleta salteña que desafió las estadísticas, llevó la bandera de Uruguay y sueña con una pista de atletismo para las futuras generaciones. "¿Qué es el éxito?" se preguntó Mónica Falcioni durante una entrevista íntima y llena de emociones, en LA PRENSA Striming. Para ella, que fue abanderada de Uruguay en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, el éxito no fue una medalla, sino cumplir un sueño que parecía imposible. "Yo soñé con ser olímpica y lo logré", dice con orgullo. Y esa afirmación resume una historia que comenzó en una escuela pública y que terminó en los estadios más grandes del mundo.
DESDE LA ESCUELA 64
Todo comenzó en la Escuela N.º 64 del Cerro, frente a la cancha de Nacional, con una niña que no quería quedarse afuera del entrenamiento de las más grandes. “Yo tenía seis años, y ya quería competir con las de 10 y 11”, cuenta. Su primer entrenador fue César Panizza, una figura clave en la infancia deportiva de muchas jóvenes salteñas. Pero, más allá del talento, Mónica destaca algo inquebrantable: el apoyo de su familia. “Mis padres me hicieron creer que era posible”. Su padre también fue su entrenador en su momento.
La Plaza de Deportes se convirtió en su segundo hogar. Allí, donde sí había un “saltadero”, pudo comenzar a trabajar en la técnica que la llevaría lejos. “En la escuela no había, y a mí me encantaba saltar”.
EL CAMINO HACIA LA ÉLITE
Tras competir en su infancia con el Club Deportivo Artigas, dio el salto a Defensor Sporting de Montevideo. Fueron 15 años representando al club y participando en campeonatos sudamericanos, mundiales y torneos de alta exigencia. Pero nada fue fácil: “Había que viajar a Montevideo cada 15 días, conseguir pasajes, alimentación. Todo con mucho esfuerzo”.
El punto de inflexión llegó en Ecuador, cuando Mónica obtuvo una medalla de oro representando al Comité Olímpico Uruguayo en un torneo sudamericano. De los 120 atletas uruguayos, ella fue la única en ganar una medalla dorada. “Ahí todo cambió. Empezaron a aparecer los sponsors, y la vida se volvió distinta”.
ABANDERADA OLÍMPICA
En los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, Mónica no solo representó al país como atleta, sino también como abanderada oficial. Un honor que recuerda con emoción: “Fue una elección unánime. Y no es solo por lo deportivo, sino por lo que representas como persona”.
Pero detrás del orgullo, está también la conciencia del sacrificio. “Uruguay está muy lejos de poder competir de igual a igual. No tenemos infraestructura, ni recursos, ni la mentalidad que tienen otros países para trabajar con el deporte como industria”.
Aun así, no se queja. Sabe que lo suyo fue una excepción: “Yo no tenía una pista, no tenía medios. Pero tuve sueños posibles. Soñaba con ser olímpica, y lo logré”.
UNA DEUDA PENDIENTE CON SALTO
La entrevista también tocó una fibra delicada: la relación de Mónica con su ciudad natal. “En Montevideo se me han abierto más puertas que en Salto. Y eso duele. Uno quiere ayudar, pero no hay un proyecto claro. Falta una pista. Paysandú la tiene, Nueva Helvecia está por tener una. ¿Por qué Salto no?”, se pregunta.
Mónica tiene ideas concretas: sueña con un museo del deporte salteño, con una estructura que visibilice a los atletas históricos del departamento. “Los niños necesitan referentes. Todos quieren ser Suárez o Cavani porque los ven. Pero también hubo grandes en boxeo, ciclismo, básquetbol, atletismo. ¿Por qué no están sus nombres en las escuelas, en las plazas?”.
ATLETA MÁSTER
Le costó aceptar volver a competir. El mundo del atletismo máster (para mayores de 35 años) parecía un consuelo menor, pero hoy lo vive con alegría. “Al principio me resistía. Me costaba aceptar que el cuerpo ya no respondía igual. Pero ahora disfruto. En Estados Unidos saqué medalla. En Gotemburgo también. Es otra etapa, más libre, sin presiones. Y aprendí que no todo es ganar”.
Este nuevo capítulo le ha dado enseñanzas valiosas: “Antes perder una medalla por un centímetro me destrozaba. Hoy lo tomo como parte del juego. Estar sana y seguir compitiendo es el verdadero triunfo”.
UNA PISTA, UN SUEÑO Y NUEVOS TALENTOS
Aunque hoy entrena en el Club Peñarol de Montevideo, el corazón de Mónica sigue en Salto. “Me gustaría que no fuera solo yo. Me gustaría que más jóvenes salteños pudieran llegar. Que haya infraestructura, que se arme un equipo de trabajo. Yo sola no puedo, tiene que haber un proyecto definido”.
No descarta presentar uno, aunque reconoce que las energías ya no son las mismas: “Cuando se es joven sentís que podes con todo. Pero si se da la oportunidad, siempre voy a estar para apoyar y sumar”.
MÓNICA, ESPEJO DE GENERACIONES
La figura de Mónica Falcioni es mucho más que una anécdota olímpica. Es un testimonio de voluntad, amor al deporte y sacrificio. Representa lo que muchos jóvenes necesitan ver: que desde una escuela pública y una plaza sin pista se puede llegar lejos. Muy lejos.
“Que nadie te diga que no se puede”, parece ser el lema que guía su vida. Y si Salto alguna vez tiene su pista de atletismo, su museo del deporte, o su próximo abanderado olímpico, sin dudas será porque alguien —quizás un niño, una niña— escuchó su historia y pensó: “Si Mónica pudo, yo también puedo”.
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