Si Machado viviera aplaudiría
Alguna vez escribí sobre un texto del inmortal Antonio Machado, uno de los literatos más conocidos en este país, a pesar de no ser uruguayo. Ya sé que, en estos momentos en que encontrar quien lea bien una dirección, o el nombre de un medicamento, puede constituir una proeza, parece desubicado hablar de un literato. No pretendo hacerlo, pero estoy convencido que nada se sostiene sin cimientos, y sigo tratando de aportarlos.
Antonio Machado se formó, en principios del siglo XX en el Instituto de Libre Enseñanza de España, cuyas ideas fueron perseguidas luego por el franquismo. A la muerte del director del “Insti”, Machado escribió un texto memorable en homenaje a Francisco Giner de los Ríos. Desde mis épocas de estudiante (más de medio siglo) las ideas saludadas por Machado me han marcado. “Lleva quien deja y vive el que ha vivido”, dijo el poeta saludando el legado de su director. Junto con otros conceptos principistas, deja la imagen de que sólo perdura aquello que se hace y se entrega.
Anotaciones Callejeras
Vamos por partes. Hace unos años en Radio Carve había una publicidad bien interesante de Azúcar Rausa que presentaba "las buenas noticias Rausa", por ejemplo si se había inaugurado un puente, una carretera, si habían aumentado las exportaciones, si se proyectaba un liceo en tal barrio de la capital o del interior, todo tenía que ver con lo positivo. Pero acá vamos a hacerle la contra y presentar las "malas noticias Rausa", y es una muy mala noticia que en una década nazcan cada vez menos salteñitos. Las cifras vienen en picada y hay que aguantar el chaparrón.
Una propuesta para un nuevo comienzo de Salto
No me gustan las deudas. A casi nadie le gustan. Pero negar que, a veces, son necesarias es caer en una ingenuidad que ningún gobernante serio puede permitirse. Y Salto, hoy, necesita decisiones adultas. La administración de Carlos Albisu propone un fideicomiso por US$ 60 millones, pagadero a 20 años. ¿Es una cifra grande? Sí. ¿Compromete más de un período? Claro. Pero también implica, por primera vez en años, la posibilidad de ordenar el pasado y proyectar el futuro al mismo tiempo.
¿Cómo se justifica que la educación retroceda mientras otros sistemas mantienen privilegios históricos?
En un país que históricamente se enorgullece de su educación pública, la realidad de los últimos meses muestra una tensión cada vez más evidente: mientras se cierran grupos, se reducen opciones formativas y se recortan recursos esenciales, el Estado sigue destinando cuantiosos fondos para sostener estructuras deficitarias como la Caja Militar o la Caja Profesional. ¿Cómo explicar que en un Uruguay que se promociona como “república de la enseñanza”, la educación sea nuevamente el sector sacrificable?