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La proximidad de las elecciones nacionales hace que se presenten en esta campaña numerosas propuestas que llaman la atención.

Si miramos con lupa prácticamente se terminarán los problemas una vez que determinado candidato gane las elecciones. Luego empezará la larga lista de excusas por la que no se podrán hacer todas esas maravillas planteadas en la campaña. Sobre esa base se mueve mucha gente. Pero la realidad es bastante cruel, pues es poco lo que se puede cambiar. Miremos lo que nos pasó con la LUC, ley de urgente consideración que el actual gobierno planteó al principio de su mandato. Un montón de leyes que abarcaban mucho pero que la oposición actual presentaba como que se comerían a los niños crudos. Que se privatizaba la educación que se cerraban los Caif, que se echaba a la gente de las casas alquiladas al menor atraso en los pagos acordados. No pasó nada de eso, ni la LUC fue la solución tan anhelada a tantos y tantos problemas ni nos fundió a todos como decían tantos voceros del Frente Amplio. Es que no daba para tanto pero se lo planteo a vida o muerte.

Y ese es uno de los grandes temas que alejan a la gente de la política, que habla de que muchas de las cosas que se dicen están amplificadas en grado sumo. El Uruguay es un país chico, tomador de precios, con histórico atraso cambiario, con un aparato estatal enorme y caro y servicios regulares. Cambiar todo eso es más que complicado pues está en las bases de nuestra idiosincrasia. Achicar el Estado implica cerrar áreas e imaginémonos a los sindicalistas ante el cierre de cualquier espacio. Cortan todo. A su vez cada partido que gana tiene que pagar con cargos a parte de la tropa. ¿Cómo van a cumplir si prometieron achicar? o al revés hagamos la pregunta. ¿Cómo van a achicar si prometieron colocar? Además hoy todo está informatizado y se sabe al toque si entra gente a una repartición. Y a ese estado después hay que financiarlos lo que obligará a destinarle un gran presupuesto nacional que se financia con impuestos como los que pagamos todos, directos o indirectos o a través de tarifas como las de UTE, Antel o las de los combustibles.

Incluso da gracia cuando algunos candidatos a la diputación plantean situaciones que son increíbles, que van a "lograr" una vez alcancen la banca en la Cámara. Un legislador es eso, una persona que hace leyes, a lo que se suma el control de la actividad de los otros poderes, independiente del partido, debería ser. Y si bien puede gestionar cosas para su localidad, pero recordemos que son 99 diputados, si los 99 van a UTE para hacer gestiones para su pueblo, ciudad o barrio, dejan locos a todos los gerentes del ente energético. Y así con Antel, Ose, Mevir. A veces el solo planteo de situaciones hacen que caigan por su propio peso como debería ser en un razonamiento normal que pretende asumir realidades.

Hay, también hay que decirlo, un público que gusta del arrullo de las promesas y que se suscribe a cuanta fantasía anda. Si no, no habría tanto tilingo en cargos electivos o de dirección. Hay una parte del electorado que suscribe esto y quizás ingenuamente hace que se sumen otros miles para terminar dándole oportunidades a gente que no la merecería. De todas formas conviene dar el "aviso a los navegantes" de que no es mucho lo que se puede hacer desde un cargo de legislador o de ministro también pues la democracia tiene sus propias trabas, sus tiempos, sus tribunales, sus apelaciones y además muchos en el fondo no quieren cambiar, que es lo otro que hay que recordar.

 

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